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Aquí nos encontramos los que, aparte de estudiantes, somos curiosos y queremos aprender por nosotros mismos un poquito más, y comprender... Así nos preparamos mejor para el futuro.
GET-Viento triste. Primera parte (2014)
GET- Viento triste. Segunda parte (2014)
viernes, 26 de junio de 2015
Reflexión a propósito de un despropósito. Gracias a todos por todo
Estimados compañeros,
alumnos, padres y personal no docente:
Solo tengo palabras de agradecimiento para todos los que me habéis apoyado y os habéis preocupado por mi estado anímico y por mi situación personal.
Habéis sido capaces de demostrar que el amor, el cariño y la amistad prevalecen sobre el odio, la mentira y el intento de manipulación.
Vuestros abrazos, vuestras palabras de ánimo y vuestras lágrimas compartidas han sido el mejor antídoto para mí.
Estas prometidas palabras debería haberlas dicho mucho antes, pero he tenido que dejar pasar el tiempo porque necesitaba que os transmitieran serenidad, equilibrio y tranquilidad, que fue lo que percibí al llegar al instituto la mañana del 21 de mayo, además de tristeza, mucha tristeza...
Gracias a todos los que con vuestro sentido del deber hicisteis que fuera académicamente un día más; al equipo directivo que diligente y eficazmente tomó las medidas para que se restableciera el orden de las cosas.
A los que tomasteis la iniciativa de redactar el escrito de repulsa y os lanzasteis a la búsqueda siempre arriesgada de las firmas de los compañeros.
Gracias a los que pusisteis vuestra firma porque pensabais que así contribuisteis a la normalización del día.
Gracias a quienes pensasteis y organizasteis la concentración en el segundo recreo para, además, respetar mi deseo de que las actividades académicas no fueran interrumpidas en ningún momento (petición que comuniqué al director nada más llegar a su despacho esa mañana). Y gracias a los que participasteis en la concentración.
Gracias desde aquí a todos los alumnos, mi máxima preocupación esa mañana, porque han demostrado su madurez, su serenidad y sus sentimientos ante unos hechos inesperados para ellos y en un entorno poco propicio a esas manifestaciones de intolerancia. Ellos han sabido expresar su solidaridad haciendo lo que en ese momento cada uno creía que debía hacer: unos llorando, otros con su silencio respetuoso, otros con manifestaciones de apoyo y cariño con sus palabras y con sus escritos, otros delegando en el portavoz de su curso, interesándose en todos los casos por mi estado de ánimo y mostrando su apoyo a la persona y al profesor.
Gracias a la asociación de padres que con la mayor celeridad posible, a la vez que su presidente me enviaba a través de esta misma plataforma unas palabras de ánimo y de repulsa de los hechos, convocaba para el día siguiente una concentración de padres para mostrarme su apoyo.
Gracias a los padres que quisieron y pudieron estar presentes haciendo un gran esfuerzo personal y profesional porque os necesité y allí estabais; a los que lo hubieran deseado pero no les fue posible porque teníais conmigo vuestro corazón. Gracias también a los que por otros medios me han hecho llegar su reconocimiento y su apoyo.
Gracias al personal no docente, por su expectante diligencia ante las necesidades que surgieron esa mañana y por la atención prestada a mi persona en estos días.
Gracias a los antiguos alumnos que esa tarde y los días siguientes me hicieron llegar también sus palabras de ánimo y solidaridad, desde sus ciudades universitarias.
Con todo esto, lo que se anunciaba como el día más gris y más aciago de mis años de dedicación a esta tarea de formar y educar a nuestros alumnos, a vuestros hijos, a vosotros, se convirtió en un día radiante de explosión de la solidaridad, del cariño y del respeto -quiero pensar que no solo a mi persona, sino a todos los que formamos la comunidad educativa en general- ya que estos hechos deplorables, y así me lo habéis hecho saber algunos de vosotros, se dirigían contra todos nosotros que sentimos la transmisión de valores positivos como parte fundamental de nuestra tarea educativa.
Estos días no he podido dejar de pensar en una interpretación antitética, libre y personal de dos versos de Juan Ramón Jiménez:
¡Qué alegre es llorar, con ojos
que contesten nuestras lágrimas!
Y para finalizar, expreso mi deseo de que nunca, ninguno de vosotros se encuentre en un trance como este.
Muchas gracias por todo.
Miguel.
Solo tengo palabras de agradecimiento para todos los que me habéis apoyado y os habéis preocupado por mi estado anímico y por mi situación personal.
Habéis sido capaces de demostrar que el amor, el cariño y la amistad prevalecen sobre el odio, la mentira y el intento de manipulación.
Vuestros abrazos, vuestras palabras de ánimo y vuestras lágrimas compartidas han sido el mejor antídoto para mí.
Estas prometidas palabras debería haberlas dicho mucho antes, pero he tenido que dejar pasar el tiempo porque necesitaba que os transmitieran serenidad, equilibrio y tranquilidad, que fue lo que percibí al llegar al instituto la mañana del 21 de mayo, además de tristeza, mucha tristeza...
Gracias a todos los que con vuestro sentido del deber hicisteis que fuera académicamente un día más; al equipo directivo que diligente y eficazmente tomó las medidas para que se restableciera el orden de las cosas.
A los que tomasteis la iniciativa de redactar el escrito de repulsa y os lanzasteis a la búsqueda siempre arriesgada de las firmas de los compañeros.
Gracias a los que pusisteis vuestra firma porque pensabais que así contribuisteis a la normalización del día.
Gracias a quienes pensasteis y organizasteis la concentración en el segundo recreo para, además, respetar mi deseo de que las actividades académicas no fueran interrumpidas en ningún momento (petición que comuniqué al director nada más llegar a su despacho esa mañana). Y gracias a los que participasteis en la concentración.
Gracias desde aquí a todos los alumnos, mi máxima preocupación esa mañana, porque han demostrado su madurez, su serenidad y sus sentimientos ante unos hechos inesperados para ellos y en un entorno poco propicio a esas manifestaciones de intolerancia. Ellos han sabido expresar su solidaridad haciendo lo que en ese momento cada uno creía que debía hacer: unos llorando, otros con su silencio respetuoso, otros con manifestaciones de apoyo y cariño con sus palabras y con sus escritos, otros delegando en el portavoz de su curso, interesándose en todos los casos por mi estado de ánimo y mostrando su apoyo a la persona y al profesor.
Gracias a la asociación de padres que con la mayor celeridad posible, a la vez que su presidente me enviaba a través de esta misma plataforma unas palabras de ánimo y de repulsa de los hechos, convocaba para el día siguiente una concentración de padres para mostrarme su apoyo.
Gracias a los padres que quisieron y pudieron estar presentes haciendo un gran esfuerzo personal y profesional porque os necesité y allí estabais; a los que lo hubieran deseado pero no les fue posible porque teníais conmigo vuestro corazón. Gracias también a los que por otros medios me han hecho llegar su reconocimiento y su apoyo.
Gracias al personal no docente, por su expectante diligencia ante las necesidades que surgieron esa mañana y por la atención prestada a mi persona en estos días.
Gracias a los antiguos alumnos que esa tarde y los días siguientes me hicieron llegar también sus palabras de ánimo y solidaridad, desde sus ciudades universitarias.
Con todo esto, lo que se anunciaba como el día más gris y más aciago de mis años de dedicación a esta tarea de formar y educar a nuestros alumnos, a vuestros hijos, a vosotros, se convirtió en un día radiante de explosión de la solidaridad, del cariño y del respeto -quiero pensar que no solo a mi persona, sino a todos los que formamos la comunidad educativa en general- ya que estos hechos deplorables, y así me lo habéis hecho saber algunos de vosotros, se dirigían contra todos nosotros que sentimos la transmisión de valores positivos como parte fundamental de nuestra tarea educativa.
Estos días no he podido dejar de pensar en una interpretación antitética, libre y personal de dos versos de Juan Ramón Jiménez:
¡Qué alegre es llorar, con ojos
que contesten nuestras lágrimas!
Y para finalizar, expreso mi deseo de que nunca, ninguno de vosotros se encuentre en un trance como este.
Muchas gracias por todo.
Miguel.
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