EL SIGLO XVIII EN EUROPA: LA ILUSTRACIÓN
En las últimas décadas del siglo XVII entra en crisis
en Europa e! denominado Antiguo Régimen, basado en el predominio de unas clases
(o estamentos: el eclesiástico, e! militar, el aristocrático, especialmente).
El siglo XVIII, llamado también Siglo de las Luces o de la Ilustración,
revisará críticamente el orden establecido, aspirando a un mundo más
justo y feliz.
• El lugar que, en e! pensamiento, ocupaba la teología
es crecientemente conquistado por la filosofía. Se defiende que todos poseemos
idéntica capacidad de pensar si desarrollamos las facultades intelectuales,
porque la razón es la mejor fuente de conocimiento y de acción
de! hombre. Frente al saber basado en lo dicho por "autoridades
indiscutibles", quiere verificarse todo: se impulsa e! método experimental
y se potencian los estudios científicos y técnicos.
• Progreso y felicidad se identifican. El estudio se
asocia con la utilidad social, y el ilustrado es filántropo, ama a sus
semejantes, se preocupa por ellos; de ahí su desvelo por la educación, las
reformas agrícolas, ganaderas e industriales, el interés por la medicina o las
instituciones benéficas. La caridad no basta para combatir la pobreza; debe ser
complementada y hasta sustituida por la justicia y por la instrucción, que es
base del progreso.
• Desde Inglaterra Herbert difunde el deísmo,
creencia en un Ser Supremo y en la existencia de un sentimiento religioso
innato, una religión natural. Se defiende la tolerancia religiosa, se
practica el escepticismo (Voltaire, Rousseau) e incluso se ataca a las
religiones por las guerras que habían ocasionado en el pasado (Bayle). •
Se aboga por la supresión de todo tipo de barreras que impidan la comunicación
entre las diferentes naciones: el ilustrado se siente "ciudadano
universal". Poder civil y religioso tienden a separarse, y frente a las
monarquías absolutas, Montesquieu defenderá las bases teóricas, hoy
vigentes en gran parte de Europa, de la separación de los poderes
legislativo, judicial y ejecutivo. Los ilustrados desean que las leyes se
funden en el derecho natural, que amparen a todos por igual, y pugnan por
abolir la esclavitud. Su ideal de que los hombres, ejercitando su libertad,
puedan elegir a sus gobernantes, desembocará en el lema de la Revolución
Francesa: "Libertad, Igualdad, Fraternidad". Muchos creen en el mito
del buen salvaje, según el cual el hombre es originariamente bueno, pero
ha sido pervertido por la vida social.
• Estas teorías fueron recogidas en la Encyclopédie
(Enciclopedia o Diccionario razonado de las ciencias, las
artes y los oficios, 1751-1782) editada por Diderot y D'Alembert,
como ya sabemos. Por supuesto, la Iglesia salió reprobarlas.
DESPOTISMO ILUSTRADO
Pero, en general, fueron bien recibidas por la
burguesía, que adquirió cada vez mayor protagonismo en la vida política,
económica y social. Muchos nobles, de acuerdo con tales presupuestos,
renunciaron a sus privilegios de clase o estamento social. Y hasta algunos
monarcas (Federico II de Prusia, Catalina la Grande de Rusia, José II de
Austria y Carlos III de España) acogieron con simpatía el nuevo pensamiento y
ejercieron el despotismo ilustrado, cuyo lema fue: "Todo
para el pueblo, pero sin el pueblo". Emprendieron reformas, no sin
resistencia de algunos nobles o eclesiásticos. Las diferencias de criterio en
estas cuestiones llevó a los monarcas a decretar la expulsión de los jesuitas
de Portugal (1759), Francia (1764) y España (1767).
• El deseo de aprender se hizo general. Las reuniones
cortesanas dejaron paso a las de los salones burgueses, cafés, instituciones
culturales o recreativas. Se sintió la necesidad de conocer el extranjero y las
lenguas principales, de recopilar en compendios los saberes modernos para
provecho de todos, de fortalecer el cuerpo mediante juegos al aire libre, de
mejorar las condiciones de vida.
• Estos ideales, gran parte de los cuales había
difundido la Enciclopedia, desencadenarían años más tarde la Revolución
Francesa (1789) y alentarían el deseo de independencia del continente
americano. A la vez, propició la revolución industrial de finales de ese siglo,
al tiempo que sirvió de base para las constituciones políticas de las naciones
y para la proclamación de los derechos humanos actuales.
EL SIGLO XVIII EN ESPAÑA: MARCO HISTÓRICO
Comienza el siglo con la guerra
de Sucesión (1701-1714). Las grandes potencias europeas, temerosas del
poder hegemónico del monarca francés Luis XIV, aumentado por el hecho de que su
nieto Felipe, duque de Anjou, ha sido nombrado por Carlos II sucesor suyo en el
trono de España, crearon la Gran Alianza y apoyaron las fallidas pretensiones
del Archiduque Carlos de Austria a la corona española. Felipe V (1700-1746),
primer Barbón español, reconocido como rey por todos tras el tratado de
Utrecht, vio cómo España perdía bajo su reinado sus dominios europeos y
Gibraltar. En 1724 abdicó en su hijo Luis l, que murió meses
después, y Felipe hubo de volver a gobernar el país. Desarrolló una política
centralista y reorganizó la Hacienda Pública. Le siguió su hijo Fernando VI (1746-1757), quien,
con los ministros Carvajal y el marqués de la Ensenada, mejoró los caminos y
las comunicaciones del país, potenció las construcciones navales y favoreció el
desarrollo de todas las ciencias. Su hermanastro Carlos III (1759-1788),
prototipo de monarca ilustrado, contó con la colaboración de grandes ministros:
Floridablanca, Campomanes, Aranda, Esquilache y Grimaldi. Modernizó el país,
repobló Sierra Morena, favoreció la enseñanza, el comercio y las obras
públicas. Durante el reinado de Carlos IV (1788-1808), estalló la
Revolución Francesa (1789); por debilidad propia y por la ambición de su
ministro Godoy, tuvo que abdicar en su hijo Fernando VII tras la
invasión de nuestro país por los franceses (1808).
PRECEDENTES DEL REFORMISMO
ESPAÑOL: LOS NOVATORES DEL SIGLO XVII
Bajo el gobierno de los últimos
Austrias según dijimos, nuestro país había abandonado casi por completo los
estudios científicos, vistos con sospecha y perseguidos por la Inquisición; el
retraso con respecto a Europa al comenzar el siglo XVIII era manifiesto. No
obstante, ciertos intelectuales se resistieron a abandonar la investigación y,
aunque con dificultades y riesgos, a finales del siglo XVII, en plena
decadencia de la cultura barroca, estuvieron al tanto de los progresos europeos
en astronomía, medicina, botánica.
• Son los novatores (esto
es, innovadores, así llamados entonces despectiva y aprensivamente), que
difundieron las teorías de Galileo, Kepler, Newton, Harvey o Linneo. Entre
ellos destacan: Juan Caramuel, Juan de Cabriada, Antonio Hugo de Omerique,
Zaragozá, Martínez, Tosca y Corachán, cuyas investigaciones experimentales
obtuvieron el respeto y admiración en el extranjero, y también el desprecio e
incomprensión casi general de sus paisanos. Son los precursores de los
científicos, botánicos, cartógrafos y expedicionarios del siglo XVIII: Jorge
Juan, Cosme Bueno, Antonio de Ulloa, Celestino Mutis, Alejandro Malaspina,
Miguel Barnades; también de los propulsores de un nuevo humanismo, como Feijoo
y Mayans y Siscar.
PENETRACIÓN DE LAS LUCES EN
ESPAÑA
La España que encontraron los
Borbones estaba sumida en la pobreza, la superstición y la ignorancia. Contaba
con siete millones y medio de habitantes, distribuidos muy irregularmente.
Felipe V fortaleció el poder monárquico centralista, al modo francés, y
suprimió las leyes y fueros de Aragón, Cataluña y Valencia, que habían apoyado
al Archiduque: aquel descontento tuvo consecuencias que duran hasta hoy. La
burguesía proporcionó altos funcionarios a la Administración del Estado; y el
clero mantuvo su dominio aunque, como hemos dicho, la Compañía de Jesús fue
expulsada en la época de Carlos III; el pueblo llano carecía, en general, de
derechos. No obstante, los monarcas redujeron algunos privilegios de la
aristocracia hereditaria y tomaron medidas regalistas (esto es, de
preeminencia del Estado) frente a la Iglesia, a fin de poder iniciar las
reformas básicas que hemos dicho (en agricultura, ganadería, industria,
comercio, etc.). Al terminar el siglo, la calidad de vida de los españoles
había mejorado notablemente, como lo demuestra su aumento de población en casi
tres millones de habitantes, menor, sin embargo, que el de otros países
europeos.
• El pensamiento ilustrado fue
calando en nuestro país a través de diferentes caminos:
- La difusión de las ideas de
determinados ilustrados como el padre Benito Feijoo y Gregorio
Mayans, verdaderos novatores del siglo XVIII.
- Las traducciones de libros
franceses (religiosos, científicos, históricos, filosóficos), a las que debe
añadirse la venida de algunos profesores y doctos extranjeros.
- La creación de instituciones
culturales y sociedades económicas de amigos del país.
- La propagación de las ideas
enciclopedistas francesas (Voltaire, Rousseau, Montesquieu), pese a la
oposición de numerosos censores y de la vigilancia de la Inquisición.
- Los viajes de eruditos e
intelectuales por Europa, que daban a conocer sus impresiones y proponían
mejoras para España (Cartas de Juan Andrés, o las Memorias
literarias de París de Ignacio de Luzán).
- La aparición de periódicos y
revistas, como el Diario de los Literatos de España (1737-1742) y otras
varias publicaciones que hemos mencionado más arriba.
- La Ilustración tuvo su punto
culminante en España durante el reinado de Carlos III, y su declive por las
fechas de la Revolución francesa (1789) y la invasión napoleónica (1808). Los
ilustrados, aunque, en un principio tuvieron el apoyo de la Corona, fueron
tachados de extranjerizantes y de atentar contra la tradición y las enseñanzas
religiosas. Tras la Revolución francesa, algunos fueron perseguidos e incluso
encarcelados.
LA LITERATURA EN EL SIGLO XVIII
La literatura dieciochesca, más
que por su cultivo de la poesía, el relato y el drama, se caracteriza por el
predominio absoluto de la crítica y de la erudición, como corresponde a una
época cuyos intereses dominantes son los que hemos visto. Sus etapas esenciales
son:
Antibarroquismo. Se produce en la primera mitad
del siglo. Rechaza el estilo excesivamente retórico y, a veces, ridículamente
retorcido de quienes pretenden continuar la estética ya agotada del siglo
anterior. Se valoran ante todo la sencillez y pureza del idioma (con
extremo vicioso: el purismo), y predominan el ensayo y la sátira.
Neoclasicismo. Vuelve la vista hacia el
clasicismo francés e italiano, a los que toman como modelos. Se imita también a
los clásicos antiguos (griegos y romanos) y a los españoles del Siglo de Oro.
Su predominio se extendió desde el reinado de Fernando VI hasta finales de
siglo.
Prerromanticismo. La influencia de la filosofía del
inglés Locke, junto con la de Condillac, Rousseau y Diderot, hace
surgir una corriente sentimental, insatisfecha con la tiranía de la razón, que
hace valer el derecho a expresar las emociones particulares -reprimidas por los
neoclásicos-, entre las cuales figura, naturalmente, el amor, así como todo
cuanto hace brotar las lágrimas, pone en presencia del misterio o invita al
gozo de la naturaleza. Esta corriente, aparecida a fines del XVIII, anuncia el
Romanticismo que estallará en el siglo XIX.
Examinemos brevemente estas
etapas.
ANTIBARROQUISMO
En la primera mitad del siglo la
poesía continúa la influencia gongorina con Gerardo Lobo, Álvarez de Toledo,
Gerardo Hervás y Antonio Porcel; o la de Quevedo con Torres Villarroel;
en teatro, imitan a Calderón Bances Candamo, Zamora y Cañizares. La
obra de estos y otros autores aún más decadentes gusta al público, pero desata
el antibarroquismo de los doctos (la Real Academia Española, Ignacio de Luzán,
los padres Feijoo e Isla).
LA ACADEMIA ESPAÑOLA Y OTRAS
INSTITUCIONES
Un grupo de nobles y eruditos,
presididos por don Juan Manuel Fernández Pacheco, marqués de Villena creó
en 1713 la Real Academia Española para velar por el idioma, con
el lema "Limpia, fija y da esplendor". Pretende y logra crear
unos códigos seguros de buen uso del lenguaje, y su primer esfuerzo se centró
en la elaboración de un Diccionario de la lengua castellana, que hoy
denominamos Diccionario de Autoridades, en seis tomos (1726-1739).
Posteriormente sacó a la luz una Ortografía (1742), una Gramática
(1771), que Carlos III convirtió en texto escolar.
• Otras instituciones aparecidas
en este siglo fueron: La Biblioteca Nacional (1712), fundada por
Felipe V con fondos reales, a la que se otorgó el privilegio de contar con un
ejemplar de todos los libros que se imprimiesen en el país; la Real
Academia de la Historia (1736), cuya labor se centró en los estudios
históricos, arqueológicos y numismáticos; la Real Academia de Bellas
Artes de San Fernando (1751), protectora del dibujo y la pintura; y la Real
Academia de Buenas Letras de Barcelona (1752). Se creó el Jardín
Botánico en 1755 y el Museo del Prado en 1785, si bien
este último no se hizo realidad hasta el reinado de Fernando VII.
IGNACIO DE LUZÁN Y LA POÉTICA
El aragonés Ignacio de
Luzán (1702-1754), que había sido educado en Italia, publicó en 1737
una Poética, reformada en su segunda edición tras su muerte, en 1789.
Basándose en preceptivas anteriores italianas y francesas, defendió una
literatura al servicio de los hombres y de las buenas costumbres; achacó la
decadencia de nuestras letras al desconocimiento o rechazo de los preceptos
clásicos en el teatro barroco (aunque admiraba a Lope) y las desmesuras de Góngora.
FRAY BENITO JERÓNIMO FEIJOO Y
MONTENEGRO
El Padre Feijoo (1676-1764), benedictino, nacido en
Casdemiro (Orense), fue catedrático de teología en la Universidad de Oviedo.
Poseía una sólida formación aristotélica, pero su mente era totalmente moderna;
sus obras alcanzaron varias ediciones y suscitaron agrias polémicas. Las
adhesiones incondicionales de los doctos se simultanearon con los duros ataques
de sus detractores. Fernando VI, en un acto bien expresivo del despotismo
ilustrado, lo nombró Consejero honorario, al tiempo que prohibió los ataques
contra su obra y persona.
• Su saber fue enciclopédico (aunque no
enciclopedista), y su obra está constituida por multitud de ensayos que agrupó
en los ocho tomos del Teatro crítico universal (1727-1739) y en los cinco de las Cartas eruditas y curiosas (1742-1760). Creyó necesario actuar
sobre la mentalidad reinante en el país para sacarlo de su atraso, poner al
alcance general ideas europeas y fortalecer una fe no supersticiosa. Su obra es
por eso, marcadamente didáctica.
- Y atendió a dos ámbitos principalmente: el de la cultura
y el del idioma. Defendió la necesidad de aplicar a los estudios
criterios racionales antes que basarlos en la autoridad o tradición. Afirmó que
la verdad se halla en la razón y no en las creencias admitidas sin examen por
el común de las gentes; sólo desde la duda metódica y desde un escepticismo
moderado, concluye, se puede llegar a ella. Sus escritos atienden a campos del
conocimiento tan diversos como economía, política, astronomía, matemáticas,
física, biología, medicina, ciencias naturales, historia, religión, literatura.
lingüística...
• Su defensa del uso del castellano frente al latín,
empleado en las universidades y en muchos escritos doctrinales, ayudó a su
consolidación como lengua culta. Coincidió con la Academia en la necesidad de
liberar la lengua de los excesos barrocos, pero, luego lo veremos, aceptaba la
introducción de voces nuevas cuando eran necesarias.
• Su estilo se caracterizó por la sencillez, claridad
y naturalidad. Con Feijoo la prosa española se hace decididamente moderna.
EL PADRE ISLA
La degeneración barroca tuvo su más fuerte reducto en
la oratoria sagrada, ampulosa, huera e irreverente. Contra ella clama el Padre Francisco
de Isla (1703-1781), que sería expulsado de España junto con los demás
jesuitas. Fue célebre su obra Historia del famoso predicador fray Gerundio
de Campazas, alias Zotes (1758 y 1770), que "aún no sabía leer ni
escribir y ya sabía predicar", publicada en dos partes; es una divertida
sátira de la educación que recibe un joven aspirante al sacerdocio. Se burla
así de que lo que enseña fray BIas al muchacho: "Sea siempre el estilo
crespo, hinchado, erizado de latín o de griego, altisonante y, si pudiere ser,
cadencioso. Huye cuanto pudieres de voces vulgares y comunes, aunque sean
propias; porque si el predicador habla desde más alto y en voz alta, es razón
que también sean altas las expresiones".
DIEGO DE TORRES VILLARROEL
Diego de Torres Villarroel (1693-1770) fue el hombre
más atípico y popular del siglo. Ejerció cargos tan dispares como soldado,
bailarín y curandero, torero y catedrático de matemáticas en la Universidad de
Salamanca. Los almanaques que fue publicando con el título de Gran Piscator
de Sala manca le dieron fama entre el pueblo de astrónomo y adivino, sobre
todo al predecir con bastante antelación la muerte de Luis l, la Revolución
Francesa y el motín de Esquilache. Provocó, sin embargo, envidia, odio, y se le
acusó de aventurero y charlatán; fue perseguido y encarcelado en varias
ocasiones. En 1745 se ordenó de sacerdote.
• Su obra prolonga los gustos barrocos: es un
rezagado. Imita de cerca a Quevedo, tanto en verso como en prosa. En sus
poemas, satirizó la frívola vida cortesana o adoptó motivos populares. En prosa
viva y rica, refirió su aventurera vida en un relato apicarado, aunque no
picaresco: Vida, ascendencia, nacimiento, crianza y aventuras del doctor don
Diego de Torres y Villarroel (1743). En Visiones y visitas de Torres con
Quevedo por Madrid (1727-1728), traza unos cuadros costumbristas al estilo
de El diablo Cojuelo de Luis Vélez de Guevara, donde muestra una vez más
su admiración por el conceptismo del siglo anterior.
PROBLEMAS LINGÜÍSTICOS EN EL SIGLO XVIII
- Lucha contra el estilo barroco. Los ilustrados habían heredado una lengua poética
degradada, y casi delirante por ignorancia, falta de mesura e insensatez. Al
uso excesivo de retruécanos, hipérbatos, equívocos, latinizaciones violentas,
se añadía la introducción de vulgarismos. En cambio, el francés gozaba de
innegable prestigio, entre otras causas, por los excelentes libros escritos en
ese idioma, que hacían obligado su conocimiento. Consecuentemente se veía
necesario que el español recuperara su antigua grandeza, la que tuvo en el
siglo XVI y parte del XVII. En la dignificación del castellano trabajaron la Academia,
Feijoo, el P. Isla y los neoclásicos.
- El español como lengua de cultura. El latín era utilizado en las universidades, como
hemos dicho, como lengua académica, pero las nuevas ciencias precisaban un
lenguaje moderno en que expresarse, y se generaliza entre los mejores la
defensa del habla vulgar. Trabajaron en este empeño, entre otros, Feijoo,
Sarmiento, Mayans, Jovellanos, Forner y Capmany. Hasta 1813, tras la
guerra de la Independencia, no se ordenó el empleo exclusivo del español en las
aulas.
- Purismo y casticismo. Algunos ilustrados, para modernizar España,
defendieron la enseñanza de idiomas (francés, inglés, italiano) en los centros
docentes, y la traducción al castellano de obras destacadas. Pero no actuaron
sin obstáculos. Uno fue el casticismo, que defendió un
lenguaje puro, sin mezcla de voces ni giros extraños, con palabras documentadas
en las autoridades de la lengua del Siglo de Oro (es lo que defiende la
Academia) y de los que hablan bien; y el purismo, que se opone
a la penetración de neologismos, acusando a sus adversarios de
extranjerizantes y corruptores del idioma. A esta actitud se sumó
posteriormente un exacerbado sentimiento patriótico que veía en lo extranjero,
sobre todo en lo francés, un peligro contra el espíritu nacional.
• El primero en denunciar el peligro galicista fue
Feijoo, partidario sin embargo, como ya hemos visto, de la introducción de
vocablos necesarios. Jovellanos mantuvo similar postura.
Para suplir el vacío de vocabulario científico Terreros hizo un Diccionario
que recogía palabras de ciencias y artes mecánicas: Antonio de
Capmany propuso tomar de las lenguas clásicas y modernas los términos
porque "la necesidad las autoriza".
NEOCLASICISMO: ESCUELA SALMANTINA
Los límites de este movimiento literario español
suelen situarse desde el reinado de Fernando VI hasta finales de siglo. En el
período que, en el siglo XVIII, sigue inmediatamente al Barroco, se persiguen
con las armas de la razón y la crítica los últimos reductos
decadentes de la centuria anterior; el Neoclasicismo hubo de crear nuevas
formas literarias y adoptar modelos diferentes.
En la lírica existía una poesía de
influencia francesa, que algunos denominan rococó, de salón
aristocrático, preocupada por los placeres de la buena mesa, la música, la
danza, la belleza femenina, el amor y la amistad, dentro de un mundo ideal,
frívolo, artificioso y galante. No obstante, los escritores leyeron bien a los
clásicos grecolatinos y españoles considerados como arquetipos de la mejor
poesía.
• Pero los ilustrados cultivados no dejaban de
considerar la lírica, sobre todo la amorosa, como un quehacer menor e inútil,
porque los sentimientos hondos deben recatarse. Y cuando cayeron en la
tentación de escribir versos, los reprimieron y trataron temas de contenido
civil, heroico o moral, siempre de sólida doctrina. La poesía se convirtió en
una ciencia reglada; se hizo fría, y sólo en algunos raros momentos la sacude
un ramalazo de emoción. La Academia convocó certámenes poéticos tendentes a
imponer el buen gusto y a tratar temas útiles a la sociedad.
Los poetas neoclásicos más destacados fueron Cadalso,
Meléndez Valdés, Jovellanos, Nicolás y Leandro Fernández de Moratin e
lriarte.
• Fuera de la lírica, la poesía didáctica y moralizadora
tuvo dos notables continuadores, lriarte y Samaniego, famosos
por sus fábulas.
EL TEATRO
El arte dramático se practicó conforme a preceptos y
reglas; se estableció una estricta separación de géneros y se respetaron las tres
unidades ya estudiadas. No se concibió sólo como fuente de placer sino
como escuela de buenas costumbres y de ideas ilustradas. Sobresalieron en este
género: Nicolás Fernández de Moratín, García de la Huerta, Leandro
Fernández de Moratín y el sainetero Ramón de la Cruz. También
Cadalso y Jovellanos compusieron algunas obras dramáticas, aunque
el teatro no fue su vocación principal.
PROSA
Se cultivó, sobre todo el ensayo, que era un
molde bien adecuado para exponer y divulgar las ideas reformistas políticas,
sociales, económicas; para hacer públicos los análisis críticos de las
costumbres y vicios del país, así como los más variados temas de erudición,
historia y crítica literaria. Dignos de mención son los ensayos de Cadalso,
Jovellanos y Forner, Capmany, el benedictino Martín
Sarmiento, gran defensor y continuador de Feijoo; y los
jesuitas Lampillas y Andrés.
ESCUELAS
O GRUPOS LITERARIOS
La literatura neoclásica se cultivó principalmente en
tres ciudades: Madrid, y en torno a su Fonda de San Sebastián; Salamanca,
por personas relacionadas con su Universidad, y Sevilla, bajo la
influencia del asistente (cargo equivalente al de alcalde) Pablo de Olavide. De
ahí que se agrupe, más o menos artificiosamente, a los escritores de aquella
tendencia en escuelas (o grupos poéticos): la escuela
salmantina, en la que figuran Cadalso, Meléndez Valdés, Forner y
Jovellanos; el grupo madrileño, formado por los Fernández
de Moratín, Vicente García de la Huerta, Ramón de la Cruz, Iriarte y Samaniego;
y la escuela sevillana, en la cual se incluye a Manuel
María Arjona, José Marchena, José María Blanco White y Alberto Lista; estos
escritores evolucionaron hacia un incipiente Romanticismo (el
Prerromanticismo).
ESCUELA SALMANTINA: PRIMERA ÉPOCA
A principios del siglo XVIII existía en Salamanca una
academia poética, formada por religiosos y seglares, continuadora de la labor
humanística desarrollada en la ciudad desde la época de fray Luis de León,
renovada a lo largo de los años con los nuevos escolares o profesores que se
incorporaban a la Universidad.
• Hacia el año 1770, en la celda de fray Diego
Tadeo González, varios padres agustinos constituyeron una tertulia a la
que se sumaron posteriormente ciertos jóvenes como Meléndez Valdés, José Iglesias
de la Casa, Forner y otros, cuya finalidad principal fue la de dar a conocer y
comentar a fray Luis de León. A estas reuniones se incorporó Cadalso al ir a
Salamanca, desterrado por el conde de Aranda, que entabló gran amistad con
ellos. El carácter abierto del militar, sus amplios conocimientos lingüísticos
y su gran cultura lo convirtieron en mentor de todos.
• Por su influjo, este grupo o parnaso salmantino amplió
sus lecturas y análisis a obras latinas, obras españolas del siglo XVI y a las
de autores franceses, ingleses e italianos. Sus poetas comenzaron a cultivar
una poesía anacreóntica, similar a la rococó; esto es, cantaron a la
naturaleza, al vino, a la amistad, al amor (no exento de voluptuosidad);
adoptaron nombres propios del género pastoril: fray Diego González se
convirtió en Delio, José Iglesias de la Casa en Arcadio, Cadalso
en Dalmiro, Meléndez Valdés en Batilo, Forner en
Aminta y Jovellanos (que había entrado en contacto
epistolar con ellos) en Jovino. Transformaron en pastoras a sus amadas,
reales o ficticias, llamándolas: Melisa, Mirta, Filis, Dorila, Anarda,
Belisa... Sonetos, romances, letrillas, epigramas, églogas, odas y
anacreónticas llenaron las páginas de sus libros. El prestigio de este grupo se
extendió a los ambientes universitarios y, cuando Cadalso regresó a Madrid,
quedaron a su cabeza Meléndez Valdés y fray Diego Tadeo; pero su lírica no
varió sustancialmente hasta después de la muerte de aquel.
SEGUNDA ÉPOCA
Jovellanos, que por estos años residía en Sevilla,
comienza a considerar frívolo ese juego poético y escribe: ''Vivimos en un
siglo en que la poesía está en descrédito y en que se cree que el hacer versos
es una ocupación miserable. No faltan entre nosotros quienes conozcan el mérito
de la buena poesía: pero son muy pocos los que saben, y menos los que se
atreven a premiarla y distinguirla". Escribe la Carta de Jovino a sus
amigos salmantinos, invitándolos a cambiar su inspiración poética y a
elevar el tono de sus composiciones. Les aconseja la lectura de otros autores,
les sugiere temas. Meléndez secundó pronto estas iniciativas con entusiasmo; no
tanto los otros contertulios. La poesía se hizo filosófica, útil, didáctica,
prosaica. La parodia y la épica burlesca se utilizaron para fomentar cambios en
el gusto estético, en la moral o en lo social; se glorificaron las acciones
filantrópicas, la educación y el amor a la patria. A partir de 1779, el grupo
se dispersó por razones de trabajo u ocupaciones, aunque sus miembros
permanecieron unidos epistolarmente.
• Transcurridos unos años, se congregaron en torno a Meléndez
Valdés otros autores más jóvenes, entre ellos, Nicasio Álvarez Cienfuegos (1764-1809),
Francisco Sánchez Barbero (1764-1819), José Quintana (1772-1875),
Nicasio Gallego (1777-1853) y José Somoza (1781-1852). Su
educación era neoclásica, pero su influjo renovador dio cabida al
sentimentalismo y al entusiasmo patriótico, derivando hacia gustos
prerrománticos. Tras la Revolución Francesa los ilustrados fueron perseguidos,
encarcelados o tuvieron que exiliarse.
JOSÉ CADALSO
José Cadalso y Vázquez de Andrade nació en Cádiz en
1741. De familia hidalga dedicada al comercio, inició su educación con los
jesuitas y la amplió con estudios y viajes por Inglaterra, Francia, Alemania e
Italia. Estudió también latín, en el que se expresaba con gran soltura, y
griego. Se hizo militar, y en 1781 obtuvo el grado de coronel. Ambicionó en
vano puestos importantes. En Madrid frecuentó las reuniones de la Fonda de San
Sebastián, donde dio a conocer sus primeros textos. Su amor por la actriz María
Ignacia Ibáñez y los excesos a que se entregó al morir esta muy joven,
determinaron su destierro en Salamanca de 1771 a 1774: lo ordenó el conde de
Aranda para protegerlo, alejándolo de Madrid, de una especie de enajenación,
que le había llevado a intentar desenterrar el cadáver de su amada. Destinado
posteriormente a Extremadura, Andalucía y Madrid, murió en 1782 en el sitio de
Gibraltar.
OBRAS DE CADALSO
El libro Ocios de mi juventud (1771) reúne su
producción en verso: en él poemas mitológicos, pastoriles y anacreónticos se
unen a otros satíricos. Con el nombre de Dalmiro, que ya conocemos,
Cadalso canta a Filis, el vino, la amistad y el amor.
• Sus amores con la actriz María Ignacia Ibáñez, y el
deseo del conde de Aranda de implantar la tragedia neoclásica en España lo
acercaron al mundo dramático. Escribió tres tragedias, aunque sólo se
representó una de ellas y con poco éxito, Don Sancho García, conde de
Castilla (1771), en cinco actos de endecasílabos pareados.
• Pero son, sin duda, las Cartas marruecas (1789),
publicadas después de muerto, las que otorgan a Cadalso un puesto de excepción
en nuestras letras. En ellas, conforme a un modelo muy productivo en Francia
(las Cartas Persas de Montesquieu, las Cartas chinescas del
marqués d'Argens, y unas anónimas Cartas turcas), compone un libro con
noventa cartas que se cruzan Gazel, moro que visita España como miembro de una
embajada, su amigo y preceptor marroquí Ben-Beley, y Nuño Núñez, amigo
cristiano del primero. Entre ellos comentan y juzgan el pasado histórico de
España y su vivir actual. Analizan la acción de los gobernantes, la variedad de
caracteres y costumbres dentro del país y prodigan la crítica; no falta la
defensa de nuestro idioma, ante los malos usos extranjerizantes o barrocos.
• La muerte de su amante inspiró a Cadalso las Noches
lúgubres (1789-1790), obra prerromántica, influida por las Noches de
Edward Young. En forma dialogada, narra su frustrado anhelo de rescatar de la
tumba el cuerpo de María Ignacia.
• Combatió a los falsos intelectuales en Los
eruditos a la violeta (1772), siete lecciones impartidas por un catedrático
a quienes pretenden saber mucho estudiando poco. Es una sátira a favor de las
ciencias y en contra de los pseudoeruditos, en la que se abordan temas sobre
derecho, teología, filosofía, matemáticas, etc. En su continuación, El buen
militar a la violeta (1790), obra póstuma publicada en Sevilla, hizo una
crítica de la inmoralidad y el mal gusto.
JUAN MELÉNDEZ VALDÉS
Fue, sin duda, el mejor poeta del siglo XVIII. Nació
en Rivera de Fresno (Badajoz) en 1754. Cursó estudios de latín, filosofía,
griego y derecho en Madrid, Segovia y Salamanca, ciudad esta última donde fue
catedrático. Entabló amistad con Cadalso y Jovellanos. Cambió la docencia por
las leyes, y ocupó el cargo de alcalde del crimen (un tipo d juez especial) en
Zaragoza, oidor (un juez especial con amplias facultades) de la chancillería de
Valladolid y años después el de fiscal del Supremo en Madrid. Cuando
Jovellanos, su mentor, cayó en desgracia ante el todopoderoso Godoy, fue
destituido temporalmente como fiscal y se decretó su destierro a Medina del
Campo, después a Zamora y finalmente a Salamanca. Fue un afrancesado (en la
guerra de la Independencia siguió el partido de Napoleón), y se libró de ser
fusilado en Oviedo, pero, por haber desempeñado un cargo en el gobierno de José
Bonaparte, tuvo que exiliarse tras la derrota francesa. Murió en Montpellier en
1817.
• En la lírica de Meléndez Valdés pueden distinguirse
dos etapas: una primera en la cual, atraído en su juventud por la poesía rococó
reinante y por la influencia de Cadalso (quien lo definía como un "mozo
algo inclinado a los placeres mundanales, a las hembras, al vino y al
campo"), compone poemas anacreónticos y pastoriles cuyo tema dominante es
el amor, sensualmente tratado; restaura de nuevo el gusto por el romance. Su
fama se afirmó con la égloga Batilo, premiada por la Real Academia en
1781, y la oda La gloria de las artes, leída en la Academia de San
Fernando.
• Muerto Cadalso, los consejos de Jovellanos y el
desempeño del cargo de magistrado lo llevaron a abandonar este tipo de poesía y
a componer otro más acorde con su oficio. Asume la ideología de su amigo y
consejero; se hace sensible a las desigualdades sociales; defiende la necesidad
de emprender reformas urgentes que mejoren la vida del pueblo; celebra el
progreso, fustiga las licenciosas costumbres cortesanas. Su caída en desgracia
y la de Jovellanos le acercan a Quevedo y a fray Luis. Su poesía se torna entonces
filosófica, reflexiva, desengañada y sentimental; opone la vida virtuosa del
campo a la envilecida de la ciudad; lamenta la persecución de los ilustrados,
basada en calumnias, y el pago amargo recibido por sus desvelos.
• Estrenó una obra de teatro, Las bodas de
Garnacha, el rico (1784) para festejar la paz con Inglaterra, que pasó sin
mayor fortuna.
• Su estilo es convencional y artificioso en los
primeros poemas; luego se vuelve cuidadoso y preciso. Buscó la dignificación de
nuestro idioma siguiendo el modelo lingüístico de fray Luis de León. Él mismo
define su propósito al escribir: "He cuidado de explicarme con nobleza y
de usar un lenguaje digno de los grandes asuntos que he tratado".
GASPAR MELCHOR DE JOVELLANOS
Antes que escritor fue patriota, político y
reformador. Nacido en Gijón en 1744 en
el seno de una familia aristocrática, cursó estudios de teología en Oviedo y Ávila,
pero los cambió por los de leyes en Alcalá. Fue alcalde del crimen en la
Audiencia de Sevilla; allí frecuentó la tertulia de Pablo Olavide, estudió
idiomas y entró en contacto epistolar con la Escuela Salmantina. Más tarde
dirige sus pasos a Madrid como alcalde de Casa y Corte (formaba parte del
Consejo de Castilla), donde se incorpora a la tertulia del importante político
ilustrado Campomanes, y entabla amistad con el influyente banquero Cabarrús. Su
prestigio político va en aumento; se le encargan misiones en Salamanca y
Asturias (donde crea el Instituto Asturiano). Sufre un primer destierro al caer
en desgracia Cabarrús. Posteriormente fue nombrado ministro de Gracia y
Justicia por Godoy, y luego, Consejero de Estado. Al perder la confianza del
poderoso ministro fue desterrado de nuevo y encarcelado en Mallorca en el
castillo de Bellver, hasta que el motín de Aranjuez le devolvió la libertad.
Cabarrús, Moratín y Meléndez le instaron a colaborar con los franceses, mas
rehusó el cargo del ministerio de Estado que le ofrecieron y pasó a formar
parte de la Junta Central, que hacía frente al ejército napoleónico. Perseguido
por los franceses, intentó trasladarse a Cádiz, pero un temporal le obligó a
refugiarse en el puerto de la Vega de Navia, donde murió a consecuencia de una
pulmonía en 1811.
OBRA DE JOVELLANOS
Bajo el nombre de Jovino compuso poemas
anacreónticos y pastoriles, cantó la amistad y escribió sátiras y epístolas: A
Ernesto, o Fabio a Anfriso. Él mismo consideró trivial su labor
lírica de aquellos años; era un sencillo juego adolescente al que no se
aplicaba la razón, nada adecuado para un hombre respetable. Por eso aconseja a
los salmantinos que abandonen los temas amorosos y pastoriles. Coincidiendo con
Cadalso en denunciar la ignorancia y el atraso de España, propone reformas
necesarias y, años más tarde, invita a la insurrección contra los franceses en
el Canto guerrero para los astures contra los franceses.
• Como prosista, Jovellanos continúa la línea de
sencillez y claridad de Feijoo, que emplea al servicio del despotismo
ilustrado, el cual, como sabemos, quiere redimir al pueblo sin contar con él.
Durante el reinado de Carlos III, influyó en el gobierno y pudo acometer
algunas empresas cívicas: pero con Carlos IV cesó su influencia. En sus
escritos aborda temas históricos, políticos, económicos, morales,
filosóficos...
• Para conseguir la sana distracción de la gente en su
tiempo de ocio, propone el fomento de diversiones públicas, acordes con las
diferentes clases sociales, en Memoria para el arreglo de la policía de
espectáculos (1790). Analiza los problemas que mantienen a la agricultura
subdesarrollada y propone medidas eficaces para su modernización y
productividad en Informe sobre el expediente de la Ley Agraria (1794). Como
grandes extensiones agrícolas permanecían improductivas o estaban en manos de
nobles ociosos o de la Iglesia, propone la parcelación y venta de terrenos
baldíos y comunales, la supresión de la mayor parte de los privilegios de la
Mesta, el vallado de las heredades y un reparto más justo de las tierras, lo
que provocó la repulsa de los eclesiásticos y la inclusión del informe en el Índice
de Libros Prohibidos. Redacta también una Memoria en defensa de la Junta
Central, en la cual narra la creación de esta y los principios por los que
se rigió, al tiempo que hace una encendida defensa de su agraviado honor. Su
permanencia en prisión en Mallorca, la aprovecha para investigar el pasado, el
presente y el entorno medioambiental del recinto carcelario, y aporta
soluciones para acabar con el deterioro que el tiempo y la desidia estaban
causando en él; lo titula Memoria del castillo de Bellver.
• Compuso una tragedia en cinco actos, y El
delincuente honrado, drama reformista neoclásico: se había promulgado una
ley que condenaba a muerte al superviviente en los duelos, considerando
igualmente culpables al ofensor y al ofendido. Jovellanos escribe su drama en
defensa del ofendido pues, para él, sólo el ofensor es el culpable y la
justicia ha de ser proporcionada a la magnitud del delito. La obra sigue la
línea de la comedia lacrimógena que gustaba en Francia, y su tono es ya
prerromántico.
Claridad, concisión, sobriedad y elegancia son rasgos
característicos de la obra didáctica de Jovellanos. Fue, además, espejo de
ciudadanos.
PROSA
En siglo XVIII convivían dos tipos de poesía bien
definidos: la popular, difundida oralmente o en pliegos sueltos (romances,
villancicos, coplas, letrillas, seguidillas), y la culta. Poemas satíricos,
conceptuosos, chabacanos, hagiográficos hacían las delicias de un público
analfabeto y producían el horror de los ilustrados. Meléndez Valdés defiende,
apelando al buen gusto y a la razón, "la necesidad de prohibir la
impresión y venta de las jácaras y romances vulgares por dañosos a las
costumbres públicas y de sustituirles con otras canciones verdaderamente
nacionales, que unan la enseñanza y el recreo".
NEOCLASICISMO: GRUPO MADRILEÑO Y ESCUELA SEVILLANA
EL GRUPO MADRILEÑO
En la Corte, y en los medios doctos y burgueses,
calaron pronto las ideas reformistas del siglo XVIII. Y, aparte las Academias,
hubo otras iniciativas particulares que influyeron mucho en las Letras; así, la
Academia del Buen Gusto (1749-1751) y
la Fonda de San Sebastián. La primera luchó contra el barroquismo y fue
precursora del movimiento ilustrado. La tertulia de la Fonda de San Sebastián,
fundada por Nicolás Fernández de Moratín, reunió a Cadalso, Jovellanos,
Iriarte, López de Ayala, Leandro Fernández de Moratín e italianos residentes en
España, convirtiéndose en referente del Neoclasicismo español; esta tertulia
fue el núcleo del grupo literario madrileño.
• Su poesía fue en gran parte similar a la que se
escribía en Salamanca, y también recibió el impulso y las rectificaciones que
había hecho Cadalso a sus amigos salmantinos. Triunfantes las ideas ilustradas,
se volvió didáctica, crítica y carente de sentimentalismo. Compusieron poesía:
Nicolás Fernández de Moratín y su hijo Leandro, Samaniego e Iriarte.
• En teatro, los escritores del grupo madrileño se
sometieron a lo que enseñaban los preceptistas clásicos y modernos, e hicieron
un teatro al servicio de los intereses políticos y morales de la época;
escribieron tragedias N. Fernández de Moratín, Iriarte y García de la Huerta;
Iriarte y L. Fernández de Moratín cultivaron la comedia; Ramón de la Cruz hizo
triunfar el sainete.
• Iriarte y Samaniego, siguiendo la moda francesa, y
reanudando la tradición medieval española, rescataron las fábulas como medio
didáctico.
EL TEATRO. POLÉMICAS SOBRE EL TEATRO Y LOS AUTOS
SACRAMENTALES
Tres tendencias existen en la actividad dramática:
• Tendencia tradicional. En la primera mitad del siglo XVIII el teatro se
encuentra en total decadencia; triunfan los continuadores de Calderón, faltos
ya de inventiva; sólo se salvan de la mediocridad: Bances Candamo, Antonio
de Zamora y José de Cañizares. Triunfan entre el público comedias de
enredo, de magia, de capa y espada, de santos milagrosos, de bandidos y de
historia, con aparatosa escenografía y absolutamente deplorables. Para la
aristocracia y la burguesía, se montan zarzuelas y óperas, al gusto italiano.
Se estrenan también pésimas traducciones de obras francesas. Los defensores del
buen gusto las consideran con razón monstruosas, porque atentan contra la moral
y el orden establecido y potencian el cinismo y la hipocresía, sobre todo en
las mujeres. Los eclesiásticos claman por su supresión; los ilustrados lanzan
críticas y sátiras, pidiendo la representación de obras que enseñen buenos
ejemplos, se sometan a la razón y respeten las reglas aristotélicas.
Ataque especial merecieron los autos sacramentales,
convertidos en un espectáculo sacro-profano chocarrero y de mal gusto.
Apoyándose en razones morales y estéticas, se afirma que lejos de favorecer la
religiosidad del pueblo, producen el efecto contrario; sus intérpretes son
muchas veces conocidos por inmorales, y se tratan irreverente, anacrónica e inverosímilmente
los temas. Algunas tímidas voces salieron en su defensa por ser un género
castizo y típicamente español pero finalmente los neoclásicos consiguieron en
1765 su prohibición de Carlos III.
• Tendencia neoclásica. El conde de Aranda intenta terminar con esta
decadencia, y manda rescatar las obras del Siglo de Oro que no infrinjan
demasiado los preceptos aristotélicos, que se arreglen si es preciso o se
traduzcan obras extranjeras. A la vez, anima a los escritores a componer nuevas
tragedias acordes con la razón y las reformas que está impulsando.
Varios escritores ilustres aceptarán esta misión, pero sus obras, sus
tragedias, tan decorosas y bien fundadas, no sedujeron al público, y pocas
pasaron de cinco o seis representaciones.
La comedia también se puso al servicio de los
ideales neoclásicos; según modelos franceses, atacó los vicios y defectos de la
sociedad, defendió como un valor la moderación en todo e hizo una defensa de
ciertas libertades, dentro de lo "razonable". Iriarte y Leandro Fernández
de Moratín fueron los autores más destacados.
- Tendencia popular. Gozaron del
fervor popular los sainetes, normalmente escritos en verso, emparentados, como
sabemos, con los pasos y entremeses de los siglos anteriores. El maestro de
este tuipo de obras desenfadadas y divertidas fue Ramón de la Cruz.
LA TRAGEDIA NEOCLÁSICA
Así, pues, los autores neoclásicos adoptaron el
sistema trágico francés, sometido a las reglas. Buscaron modelos virtuosos
dignos de imitación y reprobables (para rechazarlos) en la literatura
grecolatina o en la historia hispana: Numancia, Guzmán en Bueno, don Pelayo,
doña María pacheco, Atahualpa, Moctezuma. Fundaron la perfección dramática en
el enaltecimiento del héroe, el seguimiento estricto e las normas y en la
enseñanza deleitosa. Muchas fueron escritas en endecasílabos. Moratín padre y
García de la Huerta son los autores trágicos más representativos.
NICOLÁS FERNÁNDEZ DE MORATÍN
Nacido en Madrid en 1737, cursó leyes en Valladolid y
fue guardajoyas de Isabel de Farnesio. Fundó la tertulia de la Fonde de San Sebastián, en
la que se leyeron, según su hijo, “las mejores tragedias del teatro francés,
las sátiras y la Poética, de Boileau, las odas de Rousseau,
muchos sonetos de Tetrarca y algunos cantos de Tasso y Ariosto”
Como poeta escribió anacreónticas, silvas, sonetos,
romances caballerescos y moriscos. Dos de sus poemas han sido considerados
modélicos:la Oda a Pedro
Moreno, torero insigne, de tono pindárico, y Fiesta de toros en Madrid, escrito en quintillas ( y muy retocado
por su hijo Leandro).
Como autor dramático, en su deseo de contribuir a la
regeneración nacional, condenó el teatro del siglo XVII por ser “la escuela de
maldad, el espejo de la lascivia, el retrato de la desenvoltura, la academia
del desuello (descaro, osadía), el ejemplar de la inobediencia, insultos,
travesuras y picardías” (Desengaños al
teatro anterior , 1773); como es natural, favoreció la prohibición de los
autos sacramentales y de las obras de santos y de magia.
Su teatro fue de estricto corte neoclásico. Además de
la comedia La petimetra (1762), sobre la gente presumida que quiere
aparentar una clase social superior, escribió las tragedias Lucrecia, Hermesinda,
y Guzmán el Bueno.
VICENTE GARCÍA DE LA HUERTA
Nació en Zafra (Badajoz), en 1734. Tras haber cursado
estudios en Salamanca y Madrid, obtuvo el favor del duque de Alba. Su oposición
al conde de Aranda lo condujo al destierro y lo marginó en la Corte hasta su caída.
Falleció en Madrid en 1787.
Su obra más célebre es la tragedia neoclásica La Raquel (1778),
en romance endecasílabo. Tuvo un gran éxito por tratar un tema arraigado en la
tradición española: la conjura de los nobles para dar muerte, por razón de
Estado, a la judía Raquel, amante de Alfonso VIII; pero no gustó a los
neoclásicos.
LA COMEDIA: LEANDRO FERNÁNDEZ DE MORATÍN
Madrileño, nacido en 1760, su orientación neoclásica
la debió a su padre, Nicolás Fernández de Moratín, que lo introdujo en el mundo
literario. Las marcas que le dejaron las viruelas en la niñez lo hicieron retraído.
Protegido de Jovellanos y Godoy, viajó por Inglaterra, Francia (presenció
horrorizado el estallido de la
Revolución francesa) e Italia. Se enamoró de Paquita Muñoz
(¿o al revés?), mucho más joven que él, con la que no llegó a casarse, por no
abandonar la soltería. Militó entre los afrancesados, y aceptó de José
Bonaparte el cargo de Bibliotecario Mayor, por lo que se desterró a Francia
tras la derrota de los invasores. Murió en París en 1828.
Como poeta, escribió poemas satíricos (Claudio,
contra la poesía filosófica de su siglo, y la Sátira contra los
vicios introducidos en la poesía castellana, asunto que vuelve a tratar en
prosa en La derrota de los pedantes). Para el gusto actual, es quizá el
lírico más destacado del siglo; su poesía es neoclásica, pero con latidos
hondos y verdaderos; se sienten de modo especial, en el gran poema Elegía a
las musas, donde, ya viejo, se despide de la poesía y del teatro, que
habían sido su razón de vivir.
Como autor dramático, tradujo al
castellano con indudable acierto obras de Shakespeare y Molière. En su obra
original, le atrajo la comedia. Observa fielmente las unidades de acción,
tiempo y lugar; sus textos aspiran a ser verosímiles y a ser provechosos para
el público. Al igual que otros ilustrados, ve en los matrimonios de
conveniencia la base de la infelicidad y del adulterio, por lo que condena las
uniones de hombres maduros con jovencitas; defiende el derecho de la mujer a
aceptar o no a su cónyuge en El viejo y la niña y en El sí de las
niñas (1806). Otra comedia suya, La mojigata, combate la hipocresía y
la falsa piedad.
Contra los autores que ignoran las reglas
aristotélicas va dirigida su comedia satírica La comedia nueva o El
café (1792): don Eleuterio, a quien han hecho creer que es un genial dramaturgo,
estrena El gran cerco de Viena, con total rechazo del público. El
pedante don Hermógenes, su entusiasta antes del estreno, lo ataca duramente
tras el fracaso. Don Pedro, que representa el buen sentido razonador y
barruntaba el descalabro, compadecido de don Hermógenes, le da un empleo: pues
no puede ser escritor, será su escribiente.
Moratín escribe un castellano perfecto: el camino de
sencillez y de limpieza que había marcado Feijoo en los principios del siglo
XVIII llega con él a la cumbre.
EL SAINETE: RAMÓN DE LA CRUZ
Fue uno de los autores más aclamados por el público y
más vituperado por los severos neoclásicos. Este madrileño autodidacto nació en
el seno de una familia modesta en 1731. A
pesar del éxito de sus obras y aunque fue protegido por los duques de Alba,
Osuna y la condesa de Benavente, pasó grandes apuros económicos a lo largo de
su vida. Murió en la capital de España en 1794.
• Comenzó su carrera literaria escribiendo tragedias
de corte neoclásico al uso, traducciones de obras francesas e italianas y desdeñando
el teatro que gustaba a la gente. Pero sus necesidades económicas le hicieron
cambiar de rumbo, y acercarse a géneros menos ilustrados pero preferidos por el
público y los actores. Así, comenzó a escribir, primero para casas aristocráticas
y luego para el público, zarzuelas que atraían a nobles y burgueses
principalmente, con asunto español (Las segadoras de Vallecas, Las
labradoras de Murcia, El licenciado Farfulla), introductoras
definitivamente de lo. popular en esta clase de teatro.
• Pero, a la vez, comenzó a escribir sainetes; son
más de cuatrocientos, escritos generalmente en versos octosílabos, y algunos en
endecasílabos. Como corresponde a ese subgénero teatral sus personajes son
populares (manolas, majos, castañeras, maridos burlados, chisperos, albañiles,
hidalgos arruinados), y la acción suele ocurrir en Madrid: El Prado por la
tarde, La pradera de San Isidro, El Rastro por la mañana; su final es a
veces ejemplarizador. Algunos parodian tragedias neoclásicas: Inesilla la
del Pinto o la más famosa de sus obras, Manolo. Para halagar el
gusto popular, acerca las escenas a los lugares por donde transcurre la vida
del pueblo llano, burgueses o nobles. Con gran ironía satiriza a los personajes
en los problemas cotidianos que reflejan los actores, en sus gestos y en sus
diálogos agudos y chispeantes, caricaturescos muchas veces. Fiel a la fórmula
"yo escribo y la verdad me dicta" supo encontrar en el pueblo una
inagotable veta artística; la misma que, con mayor profundidad inspiraría a
Goya.
LOS FABULISTAS: IRIARTE Y SAMANIEGO
En la línea de corregir defectos y mostrar valores
racionales, militan Iriarte y Samaniego, que compusieron fábulas de carácter
didáctico.
Tomás de IrIarte (1750-1791), tinerfeño afincado en Madrid y asiduo
contertulio de la Fonda
de San Sebastián, comenzó escribiendo comedias de crítica social.
Estrenó El señorito mimado, sátira contra la educación vacía y permisiva
de los jóvenes de la época, que los hace inútiles para la sociedad; y su
réplica femenina, La señorita malcriada, cuya protagonista se dejar
seducir por un supuesto marqués y pierde su verdadero amor.
Pero Iriarte es famoso por sus Fábulas
literarias, setenta y seis composiciones en las que se satirizan los
vicios literarios de la época. Sustenta en ellas la doctrina estética del
Neoclasicismo, a través de historietas de animales. Sus maestros son el griego
Esopo y el latino Fedro. Merecen destacarse El burro flautista, La mona, La
compra del asno o La rana y la gallina .
Félix María Samaniego (1745-1801), nacido en La Guardia (Álava) de familia
hidalga, estudió en Francia donde asimiló las ideas enciclopedistas de la época
y se hizo descreído y amigo de los placeres. Su mayor mérito se debe a las Fábulas
morales (1781-1784) que escribió para los alumnos del Real Seminario
Vascongado, siguiendo también el modelo de Esopo y Fedro, a través del francés La Fontaine; trata temas
consagrados por otros fabulistas, e incorpora apólogos existentes ya desde la Edad Media, La
lechera, La cigarra y la hormiga, o Las ranas pidiendo rey.
EL PRERROMANTICISMO ESPAÑOL
Ya hemos apuntado al hablar de la Escuela
salmantina que algunas de sus obras (como Las noches lúgubres de
Cadalso, que introduce la locura, el ambiente nocturno y una pasión amorosa
desbordante), ciertos poemas de Meléndez Valdés o El delincuente honrado de
Jovellanos (obra lacrimosa y sentimental) preconizan el advenimiento del
Prerromanticismo. Los escritores más jóvenes que acompañan en su quehacer
poético a Meléndez Valdés incluyen ya de forma abierta el sentimentalismo y la
rebelión contra toda forma de opresión, literaria o no. Son Nicasio
Álvarez Cienfuegos (1764-1809) en la Condesa de Castilla, José Quintana (1772-1875)
en el Pelayo y así como en su obra en prosa Vidas de españoles célebres,
Nicasio Gallego (1777-1853) en sus elegías y odas, y José
Somoza (1781-1852) en su prosa y en su poesía, muestran ya una
sensibilidad diferente a la fría y razonadora época neoclásica. En paralelo con
estos escritores se encuentra la escuela sevillana.
LA ESCUELA SEVILLANA
Al igual que Salamanca, Sevilla tenía una gran
tradición cultural, continuadora de la existente desde la época de Herrera. En
1q751 se fundó la Academia
de las Buenas Letras que la potenció. Pero es a partir de 1760, con el peruano
Olavide en Sevilla como intendente del Gobierno de Andalucía, cuando volverá de
nuevo a brillar, hasta 1776, en que su fundador será perseguido y encarcelado
por la Inquisición.
• Por influencia de Cadalso y Valdés, amigos de
Jovellanos (que vivía por esos años en la ciudad del Guadalquivir), se
escribieron poemas anacreónticos, más coloristas y recargados que los
salmantinos. En ello tuvo también que ver el viejo ejemplo de Herrera. La escuela
sevillana organizó la Academia Particular de las Letras Humanas en
torno a la cual se incluye a Manuel María Arjona (1771-1820), José
Marchena (1768-1820), José María Blanco White (1775-1841)
y Alberto Lista (1775-1848). Combativos políticamente contra la
tiranía, algunos conocieron el exilio.
En Sevilla, en la tertulia de Olavide, que intentó
renovar la formación de los actores y promovió el teatro mediante concursos,
surgió la comedia lacrimosa. Ciertos poemas patrióticos incitaron a la
rebelión y a la lucha por la consecución de las libertades, tras la invasión de
los franceses y la vuelta de Fernando VII, ya en el siglo XIX.
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