La
personificación
o
prosopopeya es una figura retórica que consiste en atribuir cualidades o
acciones propias de seres humanos a animales, objetos o ideas
abstractas:
La naturaleza
es sabia → la sabiduría es una cualidad humana
En la lona gime
el viento → al viento se le atribuye una acción
humana
Las estrellas
nos miraban
mientras la ciudad sonreía
(P. del Castillo)
El auto se
quejaba adolorido por los años.
El tren tose asmáticamente
por la ladera
El árbol con
sus manos, peinaba a su novia sauce.
Los invisibles
átomos del aire
en derredor palpitan
y se inflaman.
(Bécquer, Rimas)
La ciudad era
rosa y sonreía dulcemente. Todas las casas tenían vueltos sus ojos al
crepúsculo. Sus caras eran crudas, sin pinturas ni afeites. Pestañeaban los
aleros. Apoyaban sus barbillas las unas en los hombros de las otras,
escalonándose como una estantería. Alguna cerraba sus ojos para dormir y
se quedaba con la luz en el rostro y una sonrisa a flor de labios.
(Rafael Sánchez Ferlosio)
Vetusta, la
muy noble y leal ciudad, corte en lejano siglo, hacía digestión del
cocido y de la olla podrida, y descansaba oyendo entre sueños el monótono
y familiar zumbido de la campana del coro, que retumbaba en lo alto de la
esbelta torre en la Santa
basílica.
(Leopoldo Alas, «Clarín». La Regenta )
Vino, primero,
pura,
vestida de
inocencia.
Y la amé como
un niño.
Y se quitó la
túnica,
y apareció
desnuda toda…
¡Oh pasión de
mi vida, poesía
desnuda, mía
para siempre!
(Juan Ramón Jiménez)
En un
principio el conejo mostraba alguna desconfianza, pero tan pronto advirtió que
los pequeños se aproximaban para llevarle alimentos se ponía de manos para
recibir las hojas de berza y aun las comía delante de ellos. Ya no le temblaban
los costados si los niños le cogían, y le gustaba agazaparse al sol, en un
rincón, cuando Juan le sacaba de la cueva para airearse.
(Miguel Delibes, "El conejo")
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