MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA
Don Quijote
de la Mancha
Sossegados
todos, y puestos en silencio estauan esperando quien le auia de romper, y fue
la dueña Dolorida con estas palabras. Confiada estoy, señor poderosissimo,
hermosissima señora y discertissimos circunstantes, que ha de hallar mi
cuytissima en vuestros valerossissimos pechos acogimiento, no menos placido,
que generoso, y doloroso, porque ella es tal, que es bastante a enternecer los
marmoles, y a ablandar los diamantes, y a molificar lo azeros de los mas
endurecidos coraçones del mundo: pero antes que salga a la plaça de vuestros
oydos (por no dezir orejas) quisiera, que me hicieran sabidora si está en este
gremio corro y compañia, el acendradíssimo Cauallero don Quixote de la Manchissima, y su
escuderissimo Pança. El Pança, antes que otro respondiesse, dixo Sancho aqui
esta, y el don Quixotissimo assi mismo, y assi podreis dolorosissima dueñissima
dezir lo que quisieridissimis, que todo estamos prontos y aparejadissimos a ser
vuestros servidorissimos. Es esto se leuanto don Quixote, y encaminando sus
razones a la Dolorida,
dixo: Si vuestras cuytas, angustiada señora se pueden prometer alguna esperança
de remedio por algun valor o fuerças de algun Andante Cauallero. Aqui estan las
mias, que aunque flacas y breues, todas se emplearan en vuestro seruicio. Yo
soy don Quixote de la Mancha,
cuyo asumpto es acudir a toda suerte de menesterosos, y siendo esto así, como
lo es, no aueis menester señora captar beneuolencias, ni buscar preámbulos,
sino a la llana, y sin rodeos dezia vuestros males, que oydos os escuchan, que
sabran sino remediarlos, dolerse dellos. Oyendo lo qual la Dolorida dueña hizo señal
de querer arrojarse a los pies de don Quijote, y aun se arrojo, y pugnando por
abraçarselos, dezia: Antes estos pies, y piernas me arrojo, oh Cauallero
invicto, por los que son basas y colunas de la Andante caualleria, estos
pies quiero besar, de cuyos pasos pende, y cuelga todo el remedio de mi
desgracia.
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MIGUEL DE CERVANTES: Don Quijote de la
Mancha, Parte segunda, cap. XXXVIII (fragmento).
Edición facsímil de la primera edición,
RAE, Tomo II, 1976, pág. 146.
Cventa la historia que desde el juzgado
lleuaron a Sancho Pança a un suntuoso palacio, adonde en vna gran sala estaba
puesta vna real y limpisima mesa; y assi como Sancho entró en la sala, sonaron
chirimias y salieron cuatro pages a darle aguamanos que Sancho recibió con
mucha grauedad. Cessó la música, sentose Sancho a la cabecera de la mesa, porque
no auia mas de aquel assiento, y no otro seruicio en toda ella. Púsose a su
lado en pie vn personage, que despues mostro ser medico, con vna varilla de
vallena en la mano, leuantaron vna riquissima y blanca toalla con que estauan
cubiertas las frutas y mucha diuersidad de platos de diuersos manjares; vno que
parecia estudiante echo la bendicion y un page puso un babador randado a
Sancho; otro que hazia el oficio de Maestresala llegó vn plato de fruta
delante; pero apenas huuo comido vn bocado, quando el de la varilla, tocando
con ella en el plato, se le quitaron de delante con grandissima celeridad; pero
el Maestresala le llegó otro, de otro manjar, yua a prouarle Sancho; pero antes
que llegasse a él, ni le gustasse, ya la varilla auia tocado en él, y vn page
alçadole con tanta presteza como el de la fruta. Visto lo cual por Sancho,
quedó suspenso y, mirando a todos, pregunto si se auia de comer aquella comida
como juego de Maessecoral. A lo cual respondio el de la vara:
-No se ha de comer, señor Gouernador, sino
como es vso y costumbre en las otras insulas donde ay gouernadores. Yo, señor,
soy medico y estoy asalariado en esta insula para serlo de los gouernadores
della, y miro por su salud mucho más que por la mia, estudiando de noche y de
dia y tanteando la complexion del gouernador, para acertar a curarle quando
cayere enfermo; y lo principal que hago es assistir a sus comidas y cenas, y a
dexarle comer de lo que me parece que le conviene, y a quitarle lo que imagino
que le ha de hazer daño y ser nociuo al estomago; y assí, mandé quitar el plato
de la fruta, por ser demasiadamente humeda, y el plato del otro manjar tambien
le mande quitar, por ser demasiadamente caliente y tener muchas especias, que
acrecientan la sed; y el que mucho beue, mata y consume el humedo radical,
donde consiste la vida.
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MIGUEL DE CERVANTES: Don Quijote
de la Mancha,
Parte segunda, cap. XLVII (fragmento). Edición
facsímil de la primera edición, RAE, Tomo II, 1976, pág. 175.
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