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martes, 18 de septiembre de 2012

Literatura española. Siglo XVIII




EL SIGLO XVIII EN EUROPA: LA ILUSTRACIÓN
En las últimas décadas del siglo XVII entra en crisis en Europa e! denominado Antiguo Régimen, basado en el predominio de unas clases (o estamentos: el eclesiástico, e! militar, el aristocrático, especialmente). El siglo XVIII, llamado también Siglo de las Luces o de la Ilustración, revisará críticamente el orden establecido, aspirando a un mundo más justo y feliz.
• El lugar que, en e! pensamiento, ocupaba la teología es crecientemente conquistado por la filosofía. Se defiende que todos poseemos idéntica capacidad de pensar si desarrollamos las facultades intelectuales, porque la razón es la mejor fuente de conocimiento y de acción de! hombre. Frente al saber basado en lo dicho por "autoridades indiscutibles", quiere verificarse todo: se impulsa e! método experimental y se potencian los estudios científicos y técnicos.
• Progreso y felicidad se identifican. El estudio se asocia con la utilidad social, y el ilustrado es filántropo, ama a sus semejantes, se preocupa por ellos; de ahí su desvelo por la educación, las reformas agrícolas, ganaderas e industriales, el interés por la medicina o las instituciones benéficas. La caridad no basta para combatir la pobreza; debe ser complementada y hasta sustituida por la justicia y por la instrucción, que es base del progreso.
• Desde Inglaterra Herbert difunde el deísmo, creencia en un Ser Supremo y en la existencia de un sentimiento religioso innato, una religión natural. Se defiende la tolerancia religiosa, se practica el escepticismo (Voltaire, Rousseau) e incluso se ataca a las religiones por las guerras que habían ocasionado en el pasado (Bayle). • Se aboga por la supresión de todo tipo de barreras que impidan la comunica­ción entre las diferentes naciones: el ilustrado se siente "ciudadano universal". Poder civil y religioso tienden a separarse, y frente a las monarquías absolutas, Montesquieu defenderá las bases teóricas, hoy vigentes en gran parte de Europa, de la separación de los poderes legislativo, judicial y ejecutivo. Los ilustrados desean que las leyes se funden en el derecho natural, que amparen a todos por igual, y pugnan por abolir la esclavitud. Su ideal de que los hombres, ejercitando su libertad, puedan elegir a sus gobernantes, desembocará en el lema de la Revolución Francesa: "Libertad, Igualdad, Fraternidad". Muchos creen en el mito del buen salvaje, según el cual el hombre es originariamente bueno, pero ha sido pervertido por la vida social.
• Estas teorías fueron recogidas en la Encyclopédie (Enciclopedia o Diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios, 1751-1782) editada por Diderot y D'Alembert, como ya sabemos. Por supuesto, la Iglesia salió reprobarlas.


DESPOTISMO ILUSTRADO
Pero, en general, fueron bien recibidas por la burguesía, que adquirió cada vez mayor protagonismo en la vida política, económica y social. Muchos nobles, de acuerdo con tales presupuestos, renunciaron a sus privilegios de clase o estamento social. Y hasta algunos monarcas (Federico II de Prusia, Catalina la Grande de Rusia, José II de Austria y Carlos III de España) acogieron con simpatía el nuevo pensamiento y ejercieron el despotismo ilustrado, cuyo lema fue: "Todo para el pueblo, pero sin el pueblo". Emprendieron reformas, no sin resistencia de algunos nobles o eclesiásticos. Las diferencias de criterio en estas cuestiones llevó a los monarcas a decretar la expulsión de los jesuitas de Portugal (1759), Francia (1764) y España (1767).
• El deseo de aprender se hizo general. Las reuniones cortesanas dejaron paso a las de los salones burgueses, cafés, instituciones culturales o recreativas. Se sintió la necesidad de conocer el extranjero y las lenguas principales, de recopilar en compendios los saberes modernos para provecho de todos, de fortalecer el cuerpo mediante juegos al aire libre, de mejorar las condiciones de vida.
• Estos ideales, gran parte de los cuales había difundido la Enciclopedia, desencadenarían años más tarde la Revolución Francesa (1789) y alentarían el deseo de independencia del continente americano. A la vez, propició la revolución industrial de finales de ese siglo, al tiempo que sirvió de base para las constituciones políticas de las naciones y para la proclamación de los derechos humanos actuales.



EL SIGLO XVIII EN ESPAÑA: MARCO HISTÓRICO
Comienza el siglo con la guerra de Sucesión (1701-1714). Las grandes potencias europeas, temerosas del poder hegemónico del monarca francés Luis XIV, aumentado por el hecho de que su nieto Felipe, duque de Anjou, ha sido nombrado por Carlos II sucesor suyo en el trono de España, crearon la Gran Alianza y apoyaron las fallidas pretensiones del Archiduque Carlos de Austria a la corona española. Felipe V (1700-1746), primer Barbón español, reconocido como rey por todos tras el tratado de Utrecht, vio cómo España perdía bajo su reinado sus dominios europeos y Gibraltar. En 1724 abdicó en su hijo Luis l, que murió meses después, y Felipe hubo de volver a gobernar el país. Desarrolló una política centralista y reorganizó la Hacienda Pública. Le siguió su hijo Fernando VI (1746-1757), quien, con los ministros Carvajal y el marqués de la Ensenada, mejoró los caminos y las comunicaciones del país, potenció las construcciones navales y favoreció el desarrollo de todas las ciencias. Su hermanastro Carlos III (1759-1788), prototipo de monarca ilustrado, contó con la colaboración de grandes ministros: Floridablanca, Campomanes, Aranda, Esquilache y Grimaldi. Modernizó el país, repobló Sierra Morena, favoreció la enseñanza, el comercio y las obras públicas. Durante el reinado de Carlos IV (1788-1808), estalló la Revolución Francesa (1789); por debilidad propia y por la ambición de su ministro Godoy, tuvo que abdicar en su hijo Fernando VII tras la invasión de nuestro país por los franceses (1808).


PRECEDENTES DEL REFORMISMO ESPAÑOL: LOS NOVATORES DEL SIGLO XVII
Bajo el gobierno de los últimos Austrias según dijimos, nuestro país había abandonado casi por completo los estudios científicos, vistos con sospecha y perseguidos por la Inquisición; el retraso con respecto a Europa al comenzar el siglo XVIII era manifiesto. No obstante, ciertos intelectuales se resistieron a abandonar la investigación y, aunque con dificultades y riesgos, a finales del siglo XVII, en plena decadencia de la cultura barroca, estuvieron al tanto de los progresos europeos en astronomía, medicina, botánica.
• Son los novatores (esto es, innovadores, así llamados entonces despectiva y aprensivamente), que difundieron las teorías de Galileo, Kepler, Newton, Harvey o Linneo. Entre ellos destacan: Juan Caramuel, Juan de Cabriada, Antonio Hugo de Omerique, Zaragozá, Martínez, Tosca y Corachán, cuyas investigaciones experimentales obtuvieron el respeto y admiración en el extranjero, y también el desprecio e incomprensión casi general de sus paisanos. Son los precursores de los científicos, botánicos, cartógrafos y expedicionarios del siglo XVIII: Jorge Juan, Cosme Bueno, Antonio de Ulloa, Celestino Mutis, Alejandro Malaspina, Miguel Barnades; también de los propulsores de un nuevo humanismo, como Feijoo y Mayans y Siscar.


PENETRACIÓN DE LAS LUCES EN ESPAÑA
La España que encontraron los Borbones estaba sumida en la pobreza, la superstición y la ignorancia. Contaba con siete millones y medio de habitantes, distribuidos muy irregularmente. Felipe V fortaleció el poder monárquico centralista, al modo francés, y suprimió las leyes y fueros de Aragón, Cataluña y Valencia, que habían apoyado al Archiduque: aquel descontento tuvo consecuencias que duran hasta hoy. La burguesía proporcionó altos funcionarios a la Administración del Estado; y el clero mantuvo su dominio aunque, como hemos dicho, la Compañía de Jesús fue expulsada en la época de Carlos III; el pueblo llano carecía, en general, de derechos. No obstante, los monarcas redujeron algunos privilegios de la aristocracia hereditaria y tomaron medidas regalistas (esto es, de preeminencia del Estado) frente a la Iglesia, a fin de poder iniciar las reformas básicas que hemos dicho (en agricultura, ganadería, industria, comercio, etc.). Al terminar el siglo, la calidad de vida de los españoles había mejorado notablemente, como lo demuestra su aumento de población en casi tres millones de habitantes, menor, sin embargo, que el de otros países europeos.
• El pensamiento ilustrado fue calando en nuestro país a través de diferentes caminos:
- La difusión de las ideas de determinados ilustrados como el padre Benito Feijoo y Gregorio Mayans, verdaderos novatores del siglo XVIII.
- Las traducciones de libros franceses (religiosos, científicos, históricos, filosóficos), a las que debe añadirse la venida de algunos profesores y doctos extranjeros.
- La creación de instituciones culturales y sociedades económicas de amigos del país.
- La propagación de las ideas enciclopedistas francesas (Voltaire, Rousseau, Montesquieu), pese a la oposición de numerosos censores y de la vigilancia de la Inquisición.
- Los viajes de eruditos e intelectuales por Europa, que daban a conocer sus impresiones y proponían mejoras para España (Cartas de Juan Andrés, o las Memorias literarias de París de Ignacio de Luzán).
- La aparición de periódicos y revistas, como el Diario de los Literatos de España (1737-1742) y otras varias publicaciones que hemos mencionado más arriba.
- La Ilustración tuvo su punto culminante en España durante el reinado de Carlos III, y su declive por las fechas de la Revolución francesa (1789) y la invasión napoleónica (1808). Los ilustrados, aunque, en un principio tuvieron el apoyo de la Corona, fueron tachados de extranjerizantes y de atentar contra la tradición y las enseñanzas religiosas. Tras la Revolución francesa, algunos fueron perseguidos e incluso encarcelados.


LA LITERATURA EN EL SIGLO XVIII
La literatura dieciochesca, más que por su cultivo de la poesía, el relato y el drama, se caracteriza por el predominio absoluto de la crítica y de la erudición, como corresponde a una época cuyos intereses dominantes son los que hemos visto. Sus etapas esenciales son:
Antibarroquismo. Se produce en la primera mitad del siglo. Rechaza el estilo excesivamente retórico y, a veces, ridículamente retorcido de quienes pretenden continuar la estética ya agotada del siglo anterior. Se valoran ante todo la sencillez y pureza del idioma (con extremo vicioso: el purismo), y predominan el ensayo y la sátira.

Neoclasicismo. Vuelve la vista hacia el clasicismo francés e italiano, a los que toman como modelos. Se imita también a los clásicos antiguos (griegos y romanos) y a los españoles del Siglo de Oro. Su predominio se extendió desde el reinado de Fernando VI hasta finales de siglo.
Prerromanticismo. La influencia de la filosofía del inglés Locke, junto con la de Condillac, Rousseau y Diderot, hace surgir una corriente sentimental, insatisfecha con la tiranía de la razón, que hace valer el derecho a expresar las emociones particulares -reprimidas por los neoclásicos-, entre las cuales figura, naturalmente, el amor, así como todo cuanto hace brotar las lágrimas, pone en presencia del misterio o invita al gozo de la naturaleza. Esta corriente, aparecida a fines del XVIII, anuncia el Romanticismo que estallará en el siglo XIX.
Examinemos brevemente estas etapas.

ANTIBARROQUISMO
En la primera mitad del siglo la poesía continúa la influencia gongorina con Gerardo Lobo, Álvarez de Toledo, Gerardo Hervás y Antonio Porcel; o la de Quevedo con Torres Villarroel; en teatro, imitan a Calderón Bances Candamo, Zamora y Cañizares. La obra de estos y otros autores aún más decadentes gusta al público, pero desata el antibarroquismo de los doctos (la Real Academia Española, Ignacio de Luzán, los padres Feijoo e Isla).

LA ACADEMIA ESPAÑOLA Y OTRAS INSTITUCIONES
Un grupo de nobles y eruditos, presididos por don Juan Manuel Fernández Pacheco, marqués de Villena creó en 1713 la Real Academia Española para velar por el idioma, con el lema "Limpia, fija y da esplendor". Pretende y logra crear unos códigos seguros de buen uso del lenguaje, y su primer esfuerzo se centró en la elaboración de un Diccionario de la lengua castellana, que hoy denominamos Diccionario de Autoridades, en seis tomos (1726-1739). Posteriormente sacó a la luz una Ortografía (1742), una Gramática (1771), que Carlos III convirtió en texto escolar.
• Otras instituciones aparecidas en este siglo fueron: La Biblioteca Nacional (1712), fundada por Felipe V con fondos reales, a la que se otorgó el privilegio de contar con un ejemplar de todos los libros que se imprimiesen en el país; la Real Academia de la Historia (1736), cuya labor se centró en los estudios históricos, arqueológicos y numismáticos; la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1751), protectora del dibujo y la pintura; y la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona (1752). Se creó el Jardín Botánico en 1755 y el Museo del Prado en 1785, si bien este último no se hizo realidad hasta el reinado de Fernando VII.

IGNACIO DE LUZÁN Y LA POÉTICA
El aragonés Ignacio de Luzán (1702-1754), que había sido educado en Italia, publicó en 1737 una Poética, reformada en su segunda edición tras su muerte, en 1789. Basándose en preceptivas anteriores italianas y francesas, defendió una literatura al servicio de los hombres y de las buenas costumbres; achacó la decadencia de nuestras letras al desconocimiento o rechazo de los preceptos clásicos en el teatro barroco (aunque admiraba a Lope) y las desmesuras de Góngora.


FRAY BENITO JERÓNIMO FEIJOO Y MONTENEGRO
El Padre Feijoo (1676-1764), benedictino, nacido en Casdemiro (Orense), fue catedrático de teología en la Universidad de Oviedo. Poseía una sólida formación aristotélica, pero su mente era totalmente moderna; sus obras alcanzaron varias ediciones y suscitaron agrias polémicas. Las adhesiones incondicionales de los doctos se simultanearon con los duros ataques de sus detractores. Fernando VI, en un acto bien expresivo del despotismo ilustrado, lo nombró Consejero honorario, al tiempo que prohibió los ataques contra su obra y persona.
• Su saber fue enciclopédico (aunque no enciclopedista), y su obra está constituida por multitud de ensayos que agrupó en los ocho tomos del Teatro crítico universal (1727-1739) y en los cinco de las Cartas eruditas y curiosas (1742-1760). Creyó necesario actuar sobre la mentalidad reinante en el país para sacarlo de su atraso, poner al alcance general ideas europeas y fortalecer una fe no supersticiosa. Su obra es por eso, marcadamente didáctica.
- Y atendió a dos ámbitos principalmente: el de la cultura y el del idioma. Defendió la necesidad de aplicar a los estudios criterios racionales antes que basarlos en la autoridad o tradición. Afirmó que la verdad se halla en la razón y no en las creencias admitidas sin examen por el común de las gentes; sólo desde la duda metódica y desde un escepticismo moderado, concluye, se puede llegar a ella. Sus escritos atienden a campos del conocimiento tan diversos como economía, política, astronomía, matemáticas, física, biología, medicina, ciencias naturales, historia, religión, literatura. lingüística...
• Su defensa del uso del castellano frente al latín, empleado en las universidades y en muchos escritos doctrinales, ayudó a su consolidación como lengua culta. Coincidió con la Academia en la necesidad de liberar la lengua de los excesos barrocos, pero, luego lo veremos, aceptaba la introducción de voces nuevas cuando eran necesarias.
• Su estilo se caracterizó por la sencillez, claridad y naturalidad. Con Feijoo la prosa española se hace decididamente moderna.


EL PADRE ISLA
La degeneración barroca tuvo su más fuerte reducto en la oratoria sagrada, ampulosa, huera e irreverente. Contra ella clama el Padre Francisco de Isla (1703-1781), que sería expulsado de España junto con los demás jesuitas. Fue célebre su obra Historia del famoso predicador fray Gerundio de Campazas, alias Zotes (1758 y 1770), que "aún no sabía leer ni escribir y ya sabía predicar", publicada en dos partes; es una divertida sátira de la educación que recibe un joven aspirante al sacerdocio. Se burla así de que lo que enseña fray BIas al muchacho: "Sea siempre el estilo crespo, hinchado, erizado de latín o de griego, altisonante y, si pudiere ser, cadencioso. Huye cuanto pudieres de voces vulgares y comunes, aunque sean propias; porque si el predicador habla desde más alto y en voz alta, es razón que también sean altas las expresiones".


DIEGO DE TORRES VILLARROEL
Diego de Torres Villarroel (1693-1770) fue el hombre más atípico y popular del siglo. Ejerció cargos tan dispares como soldado, bailarín y curandero, torero y catedrático de matemáticas en la Universidad de Salamanca. Los almanaques que fue publicando con el título de Gran Piscator de Sala manca le dieron fama entre el pueblo de astrónomo y adivino, sobre todo al predecir con bastante antelación la muerte de Luis l, la Revolución Francesa y el motín de Esquilache. Provocó, sin embargo, envidia, odio, y se le acusó de aventurero y charlatán; fue perseguido y encarcelado en varias ocasiones. En 1745 se ordenó de sacerdote.
• Su obra prolonga los gustos barrocos: es un rezagado. Imita de cerca a Quevedo, tanto en verso como en prosa. En sus poemas, satirizó la frívola vida cortesana o adoptó motivos populares. En prosa viva y rica, refirió su aventurera vida en un relato apicarado, aunque no picaresco: Vida, ascendencia, nacimiento, crianza y aventuras del doctor don Diego de Torres y Villarroel (1743). En Visiones y visitas de Torres con Quevedo por Madrid (1727-1728), traza unos cuadros costumbristas al estilo de El diablo Cojuelo de Luis Vélez de Guevara, donde muestra una vez más su admiración por el conceptismo del siglo anterior.


PROBLEMAS LINGÜÍSTICOS EN EL SIGLO XVIII
- Lucha contra el estilo barroco. Los ilustrados habían heredado una lengua poética degradada, y casi delirante por ignorancia, falta de mesura e insensatez. Al uso excesivo de retruécanos, hipérbatos, equívocos, latinizaciones violentas, se añadía la introducción de vulgarismos. En cambio, el francés gozaba de innegable prestigio, entre otras causas, por los excelentes libros escritos en ese idioma, que hacían obligado su conocimiento. Consecuentemente se veía necesario que el español recuperara su antigua grandeza, la que tuvo en el siglo XVI y parte del XVII. En la dignificación del castellano trabajaron la Academia, Feijoo, el P. Isla y los neoclásicos.

- El español como lengua de cultura. El latín era utilizado en las universidades, como hemos dicho, como lengua académica, pero las nuevas ciencias precisaban un lenguaje moderno en que expresarse, y se generaliza entre los mejores la defensa del habla vulgar. Trabajaron en este empeño, entre otros, Feijoo, Sarmiento, Mayans, Jovellanos, Forner y Capmany. Hasta 1813, tras la guerra de la Independencia, no se ordenó el empleo exclusivo del español en las aulas.
- Purismo y casticismo. Algunos ilustrados, para modernizar España, defendieron la enseñanza de idiomas (francés, inglés, italiano) en los centros docentes, y la traducción al castellano de obras destacadas. Pero no actuaron sin obstáculos. Uno fue el casticismo, que defendió un lenguaje puro, sin mezcla de voces ni giros extraños, con palabras documentadas en las autoridades de la lengua del Siglo de Oro (es lo que defiende la Academia) y de los que hablan bien; y el purismo, que se opone a la penetración de neologismos, acusando a sus adversarios de extranjerizantes y corruptores del idioma. A esta actitud se sumó posteriormente un exacerbado sentimiento patriótico que veía en lo extranjero, sobre todo en lo francés, un peligro contra el espíritu nacional.
• El primero en denunciar el peligro galicista fue Feijoo, partidario sin embargo, como ya hemos visto, de la introducción de vocablos necesarios. Jovellanos mantuvo similar postura. Para suplir el vacío de vocabulario científico Terreros hizo un Diccionario que recogía palabras de ciencias y artes mecánicas: Antonio de Capmany propuso tomar de las lenguas clásicas y modernas los términos porque "la necesidad las autoriza".



NEOCLASICISMO: ESCUELA SALMANTINA
Los límites de este movimiento literario español suelen situarse desde el reinado de Fernando VI hasta finales de siglo. En el período que, en el siglo XVIII, sigue inmediatamente al Barroco, se persiguen con las armas de la razón y la crítica los últimos reductos decadentes de la centuria anterior; el Neoclasicismo hubo de crear nuevas formas literarias y adoptar modelos diferentes.
En la lírica existía una poesía de influencia francesa, que algunos denominan rococó, de salón aristocrático, preocupada por los placeres de la buena mesa, la música, la danza, la belleza femenina, el amor y la amistad, dentro de un mundo ideal, frívolo, artificioso y galante. No obstante, los escritores leyeron bien a los clásicos grecolatinos y españoles considerados como arquetipos de la mejor poesía.
• Pero los ilustrados cultivados no dejaban de considerar la lírica, sobre todo la amorosa, como un quehacer menor e inútil, porque los sentimientos hondos deben recatarse. Y cuando cayeron en la tentación de escribir versos, los reprimieron y trataron temas de contenido civil, heroico o moral, siempre de sólida doctrina. La poesía se convirtió en una ciencia reglada; se hizo fría, y sólo en algunos raros momentos la sacude un ramalazo de emoción. La Academia convocó certámenes poéticos tendentes a imponer el buen gusto y a tratar temas útiles a la sociedad.
Los poetas neoclásicos más destacados fueron Cadalso, Meléndez Valdés, Jovellanos, Nicolás y Leandro Fernández de Moratin e lriarte.
• Fuera de la lírica, la poesía didáctica y moralizadora tuvo dos notables continuadores, lriarte y Samaniego, famosos por sus fábulas.


EL TEATRO
El arte dramático se practicó conforme a preceptos y reglas; se estableció una estricta separación de géneros y se respetaron las tres unidades ya estudiadas. No se concibió sólo como fuente de placer sino como escuela de buenas costumbres y de ideas ilustradas. Sobresalieron en este género: Nicolás Fernández de Moratín, García de la Huerta, Leandro Fernández de Moratín y el sainetero Ramón de la Cruz. También Cadalso y Jovellanos compusieron algunas obras dramáticas, aunque el teatro no fue su vocación principal.


PROSA
Se cultivó, sobre todo el ensayo, que era un molde bien adecuado para exponer y divulgar las ideas reformistas políticas, sociales, económicas; para hacer públicos los análisis críticos de las costumbres y vicios del país, así como los más variados temas de erudición, historia y crítica literaria. Dignos de mención son los ensayos de Cadalso, Jovellanos y Forner, Capmany, el benedictino Martín Sarmiento, gran defensor y continuador de Feijoo; y los jesuitas Lampillas y Andrés.


ESCUELAS O GRUPOS LITERARIOS
La literatura neoclásica se cultivó principalmente en tres ciudades: Madrid, y en torno a su Fonda de San Sebastián; Salamanca, por personas relacionadas con su Universidad, y Sevilla, bajo la influencia del asistente (cargo equivalente al de alcalde) Pablo de Olavide. De ahí que se agrupe, más o menos artificiosamente, a los escritores de aquella tendencia en escuelas (o grupos poéticos): la escuela salmantina, en la que figuran Cadalso, Meléndez Valdés, Forner y Jovellanos; el grupo madrileño, formado por los Fernández de Moratín, Vicente García de la Huerta, Ramón de la Cruz, Iriarte y Samaniego; y la escuela sevillana, en la cual se incluye a Manuel María Arjona, José Marchena, José María Blanco White y Alberto Lista; estos escritores evolucionaron hacia un incipiente Romanticismo (el Prerromanticismo).


ESCUELA SALMANTINA: PRIMERA ÉPOCA
A principios del siglo XVIII existía en Salamanca una academia poética, formada por religiosos y seglares, continuadora de la labor humanística desarrollada en la ciudad desde la época de fray Luis de León, renovada a lo largo de los años con los nuevos escolares o profesores que se incorporaban a la Universidad.
• Hacia el año 1770, en la celda de fray Diego Tadeo González, varios padres agustinos constituyeron una tertulia a la que se sumaron posteriormente ciertos jóvenes como Meléndez Valdés, José Iglesias de la Casa, Forner y otros, cuya finalidad principal fue la de dar a conocer y comentar a fray Luis de León. A estas reuniones se incorporó Cadalso al ir a Salamanca, desterrado por el conde de Aranda, que entabló gran amistad con ellos. El carácter abierto del militar, sus amplios conocimientos lingüísticos y su gran cultura lo convirtieron en mentor de todos.
• Por su influjo, este grupo o parnaso salmantino amplió sus lecturas y análisis a obras latinas, obras españolas del siglo XVI y a las de autores franceses, ingleses e italianos. Sus poetas comenzaron a cultivar una poesía anacreóntica, similar a la rococó; esto es, cantaron a la naturaleza, al vino, a la amistad, al amor (no exento de voluptuosidad); adoptaron nombres propios del género pastoril: fray Diego González se convirtió en Delio, José Iglesias de la Casa en Arcadio, Cadalso en Dalmiro, Meléndez Valdés en Batilo, Forner en Aminta y Jovellanos (que había entrado en contacto epistolar con ellos) en Jovino. Transformaron en pastoras a sus amadas, reales o ficticias, llamándolas: Melisa, Mirta, Filis, Dorila, Anarda, Belisa... Sonetos, romances, letrillas, epigramas, églogas, odas y anacreónticas llenaron las páginas de sus libros. El prestigio de este grupo se extendió a los ambientes universitarios y, cuando Cadalso regresó a Madrid, quedaron a su cabeza Meléndez Valdés y fray Diego Tadeo; pero su lírica no varió sustancialmente hasta después de la muerte de aquel.


SEGUNDA ÉPOCA
Jovellanos, que por estos años residía en Sevilla, comienza a considerar frívolo ese juego poético y escribe: ''Vivimos en un siglo en que la poesía está en descrédito y en que se cree que el hacer versos es una ocupación miserable. No faltan entre nosotros quienes conozcan el mérito de la buena poesía: pero son muy pocos los que saben, y menos los que se atreven a premiarla y distinguirla". Escribe la Carta de Jovino a sus amigos salmantinos, invitándolos a cambiar su inspiración poética y a elevar el tono de sus composiciones. Les aconseja la lectura de otros autores, les sugiere temas. Meléndez secundó pronto estas iniciativas con entusiasmo; no tanto los otros contertulios. La poesía se hizo filosófica, útil, didáctica, prosaica. La parodia y la épica burlesca se utilizaron para fomentar cambios en el gusto estético, en la moral o en lo social; se glorificaron las acciones filantrópicas, la educación y el amor a la patria. A partir de 1779, el grupo se dispersó por razones de trabajo u ocupaciones, aunque sus miembros permanecieron unidos epistolarmente.
• Transcurridos unos años, se congregaron en torno a Meléndez Valdés otros autores más jóvenes, entre ellos, Nicasio Álvarez Cienfuegos (1764-1809), Francisco Sánchez Barbero (1764-1819), José Quintana (1772-1875), Nicasio Gallego (1777-1853) y José Somoza (1781-1852). Su educación era neoclásica, pero su influjo renovador dio cabida al sentimentalismo y al entusiasmo patriótico, derivando hacia gustos prerrománticos. Tras la Revolución Francesa los ilustrados fueron perseguidos, encarcelados o tuvieron que exiliarse.


JOSÉ CADALSO
José Cadalso y Vázquez de Andrade nació en Cádiz en 1741. De familia hidalga dedicada al comercio, inició su educación con los jesuitas y la amplió con estudios y viajes por Inglaterra, Francia, Alemania e Italia. Estudió también latín, en el que se expresaba con gran soltura, y griego. Se hizo militar, y en 1781 obtuvo el grado de coronel. Ambicionó en vano puestos importantes. En Madrid frecuentó las reuniones de la Fonda de San Sebastián, donde dio a conocer sus primeros textos. Su amor por la actriz María Ignacia Ibáñez y los excesos a que se entregó al morir esta muy joven, determinaron su destierro en Salamanca de 1771 a 1774: lo ordenó el conde de Aranda para protegerlo, alejándolo de Madrid, de una especie de enajenación, que le había llevado a intentar desenterrar el cadáver de su amada. Destinado posteriormente a Extremadura, Andalucía y Madrid, murió en 1782 en el sitio de Gibraltar.


OBRAS DE CADALSO
El libro Ocios de mi juventud (1771) reúne su producción en verso: en él poemas mitológicos, pastoriles y anacreónticos se unen a otros satíricos. Con el nombre de Dalmiro, que ya conocemos, Cadalso canta a Filis, el vino, la amistad y el amor.
• Sus amores con la actriz María Ignacia Ibáñez, y el deseo del conde de Aranda de implantar la tragedia neoclásica en España lo acercaron al mundo dramático. Escribió tres tragedias, aunque sólo se representó una de ellas y con poco éxito, Don Sancho García, conde de Castilla (1771), en cinco actos de endecasílabos pareados.
• Pero son, sin duda, las Cartas marruecas (1789), publicadas después de muerto, las que otorgan a Cadalso un puesto de excepción en nuestras letras. En ellas, conforme a un modelo muy productivo en Francia (las Cartas Persas de Montesquieu, las Cartas chinescas del marqués d'Argens, y unas anónimas Cartas turcas), compone un libro con noventa cartas que se cruzan Gazel, moro que visita España como miembro de una embajada, su amigo y preceptor marroquí Ben-Beley, y Nuño Núñez, amigo cristiano del primero. Entre ellos comentan y juzgan el pasado histórico de España y su vivir actual. Analizan la acción de los gobernantes, la variedad de caracteres y costumbres dentro del país y prodigan la crítica; no falta la defensa de nuestro idioma, ante los malos usos extranjerizantes o barrocos.
• La muerte de su amante inspiró a Cadalso las Noches lúgubres (1789-1790), obra prerromántica, influida por las Noches de Edward Young. En forma dialogada, narra su frustrado anhelo de rescatar de la tumba el cuerpo de María Ignacia.
• Combatió a los falsos intelectuales en Los eruditos a la violeta (1772), siete lecciones impartidas por un catedrático a quienes pretenden saber mucho estudiando poco. Es una sátira a favor de las ciencias y en contra de los pseudoeruditos, en la que se abordan temas sobre derecho, teología, filosofía, matemáticas, etc. En su continuación, El buen militar a la violeta (1790), obra póstuma publicada en Sevilla, hizo una crítica de la inmoralidad y el mal gusto.


JUAN MELÉNDEZ VALDÉS
Fue, sin duda, el mejor poeta del siglo XVIII. Nació en Rivera de Fresno (Badajoz) en 1754. Cursó estudios de latín, filosofía, griego y derecho en Madrid, Segovia y Salamanca, ciudad esta última donde fue catedrático. Entabló amistad con Cadalso y Jovellanos. Cambió la docencia por las leyes, y ocupó el cargo de alcalde del crimen (un tipo d juez especial) en Zaragoza, oidor (un juez especial con amplias facultades) de la chancillería de Valladolid y años después el de fiscal del Supremo en Madrid. Cuando Jovellanos, su mentor, cayó en desgracia ante el todopoderoso Godoy, fue destituido temporalmente como fiscal y se decretó su destierro a Medina del Campo, después a Zamora y finalmente a Salamanca. Fue un afrancesado (en la guerra de la Independencia siguió el partido de Napoleón), y se libró de ser fusilado en Oviedo, pero, por haber desempeñado un cargo en el gobierno de José Bonaparte, tuvo que exiliarse tras la derrota francesa. Murió en Montpellier en 1817.
• En la lírica de Meléndez Valdés pueden distinguirse dos etapas: una primera en la cual, atraído en su juventud por la poesía rococó reinante y por la influencia de Cadalso (quien lo definía como un "mozo algo inclinado a los placeres mundanales, a las hembras, al vino y al campo"), compone poemas anacreónticos y pastoriles cuyo tema dominante es el amor, sensualmente tratado; restaura de nuevo el gusto por el romance. Su fama se afirmó con la égloga Batilo, premiada por la Real Academia en 1781, y la oda La gloria de las artes, leída en la Academia de San Fernando.
• Muerto Cadalso, los consejos de Jovellanos y el desempeño del cargo de magistrado lo llevaron a abandonar este tipo de poesía y a componer otro más acorde con su oficio. Asume la ideología de su amigo y consejero; se hace sensible a las desigualdades sociales; defiende la necesidad de emprender reformas urgentes que mejoren la vida del pueblo; celebra el progreso, fustiga las licenciosas costumbres cortesanas. Su caída en desgracia y la de Jovellanos le acercan a Quevedo y a fray Luis. Su poesía se torna entonces filosófica, reflexiva, desengañada y sentimental; opone la vida virtuosa del campo a la envilecida de la ciudad; lamenta la persecución de los ilustrados, basada en calumnias, y el pago amargo recibido por sus desvelos.
• Estrenó una obra de teatro, Las bodas de Garnacha, el rico (1784) para festejar la paz con Inglaterra, que pasó sin mayor fortuna.
• Su estilo es convencional y artificioso en los primeros poemas; luego se vuelve cuidadoso y preciso. Buscó la dignificación de nuestro idioma siguiendo el modelo lingüístico de fray Luis de León. Él mismo define su propósito al escribir: "He cuidado de explicarme con nobleza y de usar un lenguaje digno de los grandes asuntos que he tratado".


GASPAR MELCHOR DE JOVELLANOS
Antes que escritor fue patriota, político y reformador. Nacido en Gijón en 1744 en el seno de una familia aristocrática, cursó estudios de teología en Oviedo y Ávila, pero los cambió por los de leyes en Alcalá. Fue alcalde del crimen en la Audiencia de Sevilla; allí frecuentó la tertulia de Pablo Olavide, estudió idiomas y entró en contacto epistolar con la Escuela Salmantina. Más tarde dirige sus pasos a Madrid como alcalde de Casa y Corte (formaba parte del Consejo de Castilla), donde se incorpora a la tertulia del importante político ilustrado Campomanes, y entabla amistad con el influyente banquero Cabarrús. Su prestigio político va en aumento; se le encargan misiones en Salamanca y Asturias (donde crea el Instituto Asturiano). Sufre un primer destierro al caer en desgracia Cabarrús. Posteriormente fue nombrado ministro de Gracia y Justicia por Godoy, y luego, Consejero de Estado. Al perder la confianza del poderoso ministro fue desterrado de nuevo y encarcelado en Mallorca en el castillo de Bellver, hasta que el motín de Aranjuez le devolvió la libertad. Cabarrús, Moratín y Meléndez le instaron a colaborar con los franceses, mas rehusó el cargo del ministerio de Estado que le ofrecieron y pasó a formar parte de la Junta Central, que hacía frente al ejército napoleónico. Perseguido por los franceses, intentó trasladarse a Cádiz, pero un temporal le obligó a refugiarse en el puerto de la Vega de Navia, donde murió a consecuencia de una pulmonía en 1811.


OBRA DE JOVELLANOS
Bajo el nombre de Jovino compuso poemas anacreónticos y pastoriles, cantó la amistad y escribió sátiras y epístolas: A Ernesto, o Fabio a Anfriso. Él mismo consideró trivial su labor lírica de aquellos años; era un sencillo juego adolescente al que no se aplicaba la razón, nada adecuado para un hombre respetable. Por eso aconseja a los salmantinos que abandonen los temas amorosos y pastoriles. Coincidiendo con Cadalso en denunciar la ignorancia y el atraso de España, propone reformas necesarias y, años más tarde, invita a la insurrección contra los franceses en el Canto guerrero para los astures contra los franceses.
• Como prosista, Jovellanos continúa la línea de sencillez y claridad de Feijoo, que emplea al servicio del despotismo ilustrado, el cual, como sabemos, quiere redimir al pueblo sin contar con él. Durante el reinado de Carlos III, influyó en el gobierno y pudo acometer algunas empresas cívicas: pero con Carlos IV cesó su influencia. En sus escritos aborda temas históricos, políticos, económicos, morales, filosóficos...
• Para conseguir la sana distracción de la gente en su tiempo de ocio, propone el fomento de diversiones públicas, acordes con las diferentes clases sociales, en Memoria para el arreglo de la policía de espectáculos (1790). Analiza los problemas que mantienen a la agricultura subdesarrollada y propone medidas eficaces para su modernización y productividad en Informe sobre el expediente de la Ley Agraria (1794). Como grandes extensiones agrícolas permanecían improductivas o estaban en manos de nobles ociosos o de la Iglesia, propone la parcelación y venta de terrenos baldíos y comunales, la supresión de la mayor parte de los privilegios de la Mesta, el vallado de las heredades y un reparto más justo de las tierras, lo que provocó la repulsa de los eclesiásticos y la inclusión del informe en el Índice de Libros Prohibidos. Redacta también una Memoria en defensa de la Junta Central, en la cual narra la creación de esta y los principios por los que se rigió, al tiempo que hace una encendida defensa de su agraviado honor. Su permanencia en prisión en Mallorca, la aprovecha para investigar el pasado, el presente y el entorno medioambiental del recinto carcelario, y aporta soluciones para acabar con el deterioro que el tiempo y la desidia estaban causando en él; lo titula Memoria del castillo de Bellver.
• Compuso una tragedia en cinco actos, y El delincuente honrado, drama reformista neoclásico: se había promulgado una ley que condenaba a muerte al superviviente en los duelos, considerando igualmente culpables al ofensor y al ofendido. Jovellanos escribe su drama en defensa del ofendido pues, para él, sólo el ofensor es el culpable y la justicia ha de ser proporcionada a la magnitud del delito. La obra sigue la línea de la comedia lacrimógena que gustaba en Francia, y su tono es ya prerromántico.
Claridad, concisión, sobriedad y elegancia son rasgos característicos de la obra didáctica de Jovellanos. Fue, además, espejo de ciudadanos.


PROSA
En siglo XVIII convivían dos tipos de poesía bien definidos: la popular, difundida oralmente o en pliegos sueltos (romances, villancicos, coplas, letrillas, seguidillas), y la culta. Poemas satíricos, conceptuosos, chabacanos, hagiográficos hacían las delicias de un público analfabeto y producían el horror de los ilustrados. Meléndez Valdés defiende, apelando al buen gusto y a la razón, "la necesidad de prohibir la impresión y venta de las jácaras y romances vulgares por dañosos a las costumbres públicas y de sustituirles con otras canciones verdaderamente nacionales, que unan la enseñanza y el recreo".



NEOCLASICISMO: GRUPO MADRILEÑO Y ESCUELA SEVILLANA

EL GRUPO MADRILEÑO
En la Corte, y en los medios doctos y burgueses, calaron pronto las ideas reformistas del siglo XVIII. Y, aparte las Academias, hubo otras iniciativas particulares que influyeron mucho en las Letras; así, la Academia del Buen Gusto (1749-1751) y la Fonda de San Sebastián. La primera luchó contra el barroquismo y fue precursora del movimiento ilustrado. La tertulia de la Fonda de San Sebastián, fundada por Nicolás Fernández de Moratín, reunió a Cadalso, Jovellanos, Iriarte, López de Ayala, Leandro Fernández de Moratín e italianos residentes en España, convirtiéndose en referente del Neoclasicismo español; esta tertulia fue el núcleo del grupo literario madrileño.
• Su poesía fue en gran parte similar a la que se escribía en Salamanca, y también recibió el impulso y las rectificaciones que había hecho Cadalso a sus amigos salmantinos. Triunfantes las ideas ilustradas, se volvió didáctica, crítica y carente de sentimentalismo. Compusieron poesía: Nicolás Fernández de Moratín y su hijo Leandro, Samaniego e Iriarte.
• En teatro, los escritores del grupo madrileño se sometieron a lo que enseñaban los preceptistas clásicos y modernos, e hicieron un teatro al servicio de los intereses políticos y morales de la época; escribieron tragedias N. Fernández de Moratín, Iriarte y García de la Huerta; Iriarte y L. Fernández de Moratín cultivaron la comedia; Ramón de la Cruz hizo triunfar el sainete.
• Iriarte y Samaniego, siguiendo la moda francesa, y reanudando la tradición medieval española, rescataron las fábulas como medio didáctico.


EL TEATRO. POLÉMICAS SOBRE EL TEATRO Y LOS AUTOS SACRAMENTALES
Tres tendencias existen en la actividad dramática:
• Tendencia tradicional. En la primera mitad del siglo XVIII el teatro se encuentra en total decadencia; triunfan los continuadores de Calderón, faltos ya de inventiva; sólo se salvan de la mediocridad: Bances Candamo, Antonio de Zamora y José de Cañizares. Triunfan entre el público comedias de enredo, de magia, de capa y espada, de santos milagrosos, de bandidos y de historia, con aparatosa escenografía y absolutamente deplorables. Para la aristocracia y la burguesía, se montan zarzuelas y óperas, al gusto italiano. Se estrenan también pésimas traducciones de obras francesas. Los defensores del buen gusto las consideran con razón monstruosas, porque atentan contra la moral y el orden establecido y potencian el cinismo y la hipocresía, sobre todo en las mujeres. Los eclesiásticos claman por su supresión; los ilustrados lanzan críticas y sátiras, pidiendo la representación de obras que enseñen buenos ejemplos, se sometan a la razón y respeten las reglas aristotélicas.
Ataque especial merecieron los autos sacramentales, convertidos en un espectáculo sacro-profano chocarrero y de mal gusto. Apoyándose en razones morales y estéticas, se afirma que lejos de favorecer la religiosidad del pueblo, producen el efecto contrario; sus intérpretes son muchas veces conocidos por inmorales, y se tratan irreverente, anacrónica e inverosímilmente los temas. Algunas tímidas voces salieron en su defensa por ser un género castizo y típicamente español pero finalmente los neoclásicos consiguieron en 1765 su prohibición de Carlos III.
• Tendencia neoclásica. El conde de Aranda intenta terminar con esta decadencia, y manda rescatar las obras del Siglo de Oro que no infrinjan demasiado los preceptos aristotélicos, que se arreglen si es preciso o se traduzcan obras extranjeras. A la vez, anima a los escritores a componer nuevas tragedias acordes con la razón y las reformas que está impulsando. Varios escritores ilustres aceptarán esta misión, pero sus obras, sus tragedias, tan decorosas y bien fundadas, no sedujeron al público, y pocas pasaron de cinco o seis representaciones.
La comedia también se puso al servicio de los ideales neoclásicos; según modelos franceses, atacó los vicios y defectos de la sociedad, defendió como un valor la moderación en todo e hizo una defensa de ciertas libertades, dentro de lo "razonable". Iriarte y Leandro Fernández de Moratín fueron los autores más destacados.


- Tendencia popular. Gozaron del fervor popular los sainetes, normalmente escritos en verso, emparentados, como sabemos, con los pasos y entremeses de los siglos anteriores. El maestro de este tuipo de obras desenfadadas y divertidas fue Ramón de la Cruz.


LA TRAGEDIA NEOCLÁSICA
Así, pues, los autores neoclásicos adoptaron el sistema trágico francés, sometido a las reglas. Buscaron modelos virtuosos dignos de imitación y reprobables (para rechazarlos) en la literatura grecolatina o en la historia hispana: Numancia, Guzmán en Bueno, don Pelayo, doña María pacheco, Atahualpa, Moctezuma. Fundaron la perfección dramática en el enaltecimiento del héroe, el seguimiento estricto e las normas y en la enseñanza deleitosa. Muchas fueron escritas en endecasílabos. Moratín padre y García de la Huerta son los autores trágicos más representativos.


NICOLÁS FERNÁNDEZ DE MORATÍN
Nacido en Madrid en 1737, cursó leyes en Valladolid y fue guardajoyas de Isabel de Farnesio. Fundó la tertulia de la Fonde de San Sebastián, en la que se leyeron, según su hijo, “las mejores tragedias del teatro francés, las sátiras y la Poética, de Boileau, las odas de Rousseau, muchos sonetos de Tetrarca y algunos cantos de Tasso y Ariosto”
Como poeta escribió anacreónticas, silvas, sonetos, romances caballerescos y moriscos. Dos de sus poemas han sido considerados modélicos:la Oda a Pedro Moreno, torero insigne, de tono pindárico, y Fiesta de toros en Madrid, escrito en quintillas ( y muy retocado por su hijo Leandro).
Como autor dramático, en su deseo de contribuir a la regeneración nacional, condenó el teatro del siglo XVII por ser “la escuela de maldad, el espejo de la lascivia, el retrato de la desenvoltura, la academia del desuello (descaro, osadía), el ejemplar de la inobediencia, insultos, travesuras y picardías” (Desengaños al teatro anterior , 1773); como es natural, favoreció la prohibición de los autos sacramentales y de las obras de santos y de magia.
Su teatro fue de estricto corte neoclásico. Además de la comedia La petimetra (1762), sobre la gente presumida que quiere aparentar una clase social superior, escribió las tragedias Lucrecia, Hermesinda, y Guzmán el Bueno.


VICENTE GARCÍA DE LA HUERTA
Nació en Zafra (Badajoz), en 1734. Tras haber cursado estudios en Salamanca y Madrid, obtuvo el favor del duque de Alba. Su oposición al conde de Aranda lo condujo al destierro y lo marginó en la Corte hasta su caída. Falleció en Madrid en 1787.
Su obra más célebre es la tragedia neoclásica La Raquel (1778), en romance endecasílabo. Tuvo un gran éxito por tratar un tema arraigado en la tradición española: la conjura de los nobles para dar muerte, por razón de Estado, a la judía Raquel, amante de Alfonso VIII; pero no gustó a los neoclásicos.


LA COMEDIA: LEANDRO FERNÁNDEZ DE MORATÍN
Madrileño, nacido en 1760, su orientación neoclásica la debió a su padre, Nicolás Fernández de Moratín, que lo introdujo en el mundo literario. Las marcas que le dejaron las viruelas en la niñez lo hicieron retraído. Protegido de Jovellanos y Godoy, viajó por Inglaterra, Francia (presenció horrorizado el estallido de la Revolución francesa) e Italia. Se enamoró de Paquita Muñoz (¿o al revés?), mucho más joven que él, con la que no llegó a casarse, por no abandonar la soltería. Militó entre los afrancesados, y aceptó de José Bonaparte el cargo de Bibliotecario Mayor, por lo que se desterró a Francia tras la derrota de los invasores. Murió en París en 1828.

Como poeta, escribió poemas satíricos (Claudio, contra la poesía filosófica de su siglo, y la Sátira contra los vicios introducidos en la poesía castellana, asunto que vuelve a tratar en prosa en La derrota de los pedantes). Para el gusto actual, es quizá el lírico más destacado del siglo; su poesía es neoclásica, pero con latidos hondos y verdaderos; se sienten de modo especial, en el gran poema Elegía a las musas, donde, ya viejo, se despide de la poesía y del teatro, que habían sido su razón de vivir.
Como autor dramático, tradujo al castellano con indudable acierto obras de Shakespeare y Molière. En su obra original, le atrajo la comedia. Observa fielmente las unidades de acción, tiempo y lugar; sus textos aspiran a ser verosímiles y a ser provechosos para el público. Al igual que otros ilustrados, ve en los matrimonios de conveniencia la base de la infelicidad y del adulterio, por lo que condena las uniones de hombres maduros con jovencitas; defiende el derecho de la mujer a aceptar o no a su cónyuge en El viejo y la niña y en El sí de las niñas (1806). Otra comedia suya, La mojigata, combate la hipocresía y la falsa piedad.
Contra los autores que ignoran las reglas aristotélicas va dirigida su comedia satírica La comedia nueva o El café (1792): don Eleuterio, a quien han hecho creer que es un genial dramaturgo, estrena El gran cerco de Viena, con total rechazo del público. El pedante don Hermógenes, su entusiasta antes del estreno, lo ataca duramente tras el fracaso. Don Pedro, que representa el buen sentido razonador y barruntaba el descalabro, compadecido de don Hermógenes, le da un empleo: pues no puede ser escritor, será su escribiente.
Moratín escribe un castellano perfecto: el camino de sencillez y de limpieza que había marcado Feijoo en los principios del siglo XVIII llega con él a la cumbre.


EL SAINETE: RAMÓN DE LA CRUZ
Fue uno de los autores más aclamados por el público y más vituperado por los severos neoclásicos. Este madrileño autodidacto nació en el seno de una familia modesta en 1731. A pesar del éxito de sus obras y aunque fue protegido por los duques de Alba, Osuna y la condesa de Benavente, pasó grandes apuros económicos a lo largo de su vida. Murió en la capital de España en 1794.
• Comenzó su carrera literaria escribiendo tragedias de corte neoclásico al uso, traducciones de obras francesas e italianas y desdeñando el teatro que gustaba a la gente. Pero sus necesidades económicas le hicieron cambiar de rumbo, y acercarse a géneros menos ilustrados pero preferidos por el público y los actores. Así, comenzó a escribir, primero para casas aristocráticas y luego para el público, zarzuelas que atraían a nobles y burgueses principalmente, con asunto español (Las segadoras de Vallecas, Las labradoras de Murcia, El licenciado Farfulla), introductoras definitivamente de lo. popular en esta clase de teatro.
• Pero, a la vez, comenzó a escribir sainetes; son más de cuatrocientos, escritos generalmente en versos octosílabos, y algunos en endecasílabos. Como corresponde a ese subgénero teatral sus personajes son populares (manolas, majos, castañeras, maridos burlados, chisperos, albañiles, hidalgos arruinados), y la acción suele ocurrir en Madrid: El Prado por la tarde, La pradera de San Isidro, El Rastro por la mañana; su final es a veces ejemplarizador. Algunos parodian tragedias neoclásicas: Inesilla la del Pinto o la más famosa de sus obras, Manolo. Para halagar el gusto popular, acerca las escenas a los lugares por donde transcurre la vida del pueblo llano, burgueses o nobles. Con gran ironía satiriza a los personajes en los problemas cotidianos que reflejan los actores, en sus gestos y en sus diálogos agudos y chispeantes, caricaturescos muchas veces. Fiel a la fórmula "yo escribo y la verdad me dicta" supo encontrar en el pueblo una inagotable veta artística; la misma que, con mayor profundidad inspiraría a Goya.


LOS FABULISTAS: IRIARTE Y SAMANIEGO
En la línea de corregir defectos y mostrar valores racionales, militan Iriarte y Samaniego, que compusieron fábulas de carácter didáctico.
Tomás de IrIarte (1750-1791), tinerfeño afincado en Madrid y asiduo contertulio de la Fonda de San Sebastián, comenzó escribiendo comedias de crítica social. Estrenó El señorito mimado, sátira contra la educación vacía y permisiva de los jóvenes de la época, que los hace inútiles para la sociedad; y su réplica femenina, La señorita malcriada, cuya protagonista se dejar seducir por un supuesto marqués y pierde su verdadero amor.
Pero Iriarte es famoso por sus Fábulas literarias, setenta y seis composiciones en las que se satirizan los vicios literarios de la época. Sustenta en ellas la doctrina estética del Neoclasicismo, a través de historietas de animales. Sus maestros son el griego Esopo y el latino Fedro. Merecen destacarse El burro flautista, La mona, La compra del asno o La rana y la gallina .
Félix María Samaniego (1745-1801), nacido en La Guardia (Álava) de familia hidalga, estudió en Francia donde asimiló las ideas enciclopedistas de la época y se hizo descreído y amigo de los placeres. Su mayor mérito se debe a las Fábulas morales (1781-1784) que escribió para los alumnos del Real Seminario Vascongado, siguiendo también el modelo de Esopo y Fedro, a través del francés La Fontaine; trata temas consagrados por otros fabulistas, e incorpora apólogos existentes ya desde la Edad Media, La lechera, La cigarra y la hormiga, o Las ranas pidiendo rey.


EL PRERROMANTICISMO ESPAÑOL
Ya hemos apuntado al hablar de la Escuela salmantina que algunas de sus obras (como Las noches lúgubres de Cadalso, que introduce la locura, el ambiente nocturno y una pasión amorosa desbordante), ciertos poemas de Meléndez Valdés o El delincuente honrado de Jovellanos (obra lacrimosa y sentimental) preconizan el advenimiento del Prerromanticismo. Los escritores más jóvenes que acompañan en su quehacer poético a Meléndez Valdés incluyen ya de forma abierta el sentimentalismo y la rebelión contra toda forma de opresión, literaria o no. Son Nicasio Álvarez Cienfuegos (1764-1809) en la Condesa de Castilla, José Quintana (1772-1875) en el Pelayo y así como en su obra en prosa Vidas de españoles célebres, Nicasio Gallego (1777-1853) en sus elegías y odas, y José Somoza (1781-1852) en su prosa y en su poesía, muestran ya una sensibilidad diferente a la fría y razonadora época neoclásica. En paralelo con estos escritores se encuentra la escuela sevillana.


LA ESCUELA SEVILLANA
Al igual que Salamanca, Sevilla tenía una gran tradición cultural, continuadora de la existente desde la época de Herrera. En 1q751 se fundó la Academia de las Buenas Letras que la potenció. Pero es a partir de 1760, con el peruano Olavide en Sevilla como intendente del Gobierno de Andalucía, cuando volverá de nuevo a brillar, hasta 1776, en que su fundador será perseguido y encarcelado por la Inquisición.
• Por influencia de Cadalso y Valdés, amigos de Jovellanos (que vivía por esos años en la ciudad del Guadalquivir), se escribieron poemas anacreónticos, más coloristas y recargados que los salmantinos. En ello tuvo también que ver el viejo ejemplo de Herrera. La escuela sevillana organizó la Academia Particular de las Letras Humanas en torno a la cual se incluye a Manuel María Arjona (1771-1820), José Marchena (1768-1820), José María Blanco White (1775-1841) y Alberto Lista (1775-1848). Combativos políticamente contra la tiranía, algunos conocieron el exilio.
En Sevilla, en la tertulia de Olavide, que intentó renovar la formación de los actores y promovió el teatro mediante concursos, surgió la comedia lacrimosa. Ciertos poemas patrióticos incitaron a la rebelión y a la lucha por la consecución de las libertades, tras la invasión de los franceses y la vuelta de Fernando VII, ya en el siglo XIX.

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