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martes, 2 de abril de 2013

Ya somos modernos

      Desde que Nueva York es la capital del mundo, nadie es realmente moderno mientras no diga en inglés un mínimo de cien palabras. Desde ese punto de vista, los españoles estamos ya completamente modernizados. Es más, creo que hoy en el mundo no hay nadie que nos iguale. Porque, mientras en otros países toman solo del inglés las palabras que no tienen -bien porque sus idiomas son pobres, cosa que no es nuestro caso, o bien, porque pertenecen a lenguajes de reciente creación, como el de la economía o el de la informática-, nosotros, más generosos, hemos ido más allá y hemos adoptado incluso las que no hacían falta. Lo cual demuestra nuestra apertura y nuestra capacidad para superarnos.

     Así, ahora, por ejemplo, ya no decimos bizcocho, sino plum-cake, que queda mucho más fino, ni tenemos sentimientos, sino feelings, que es mucho más elegante. Y de la misma manera, sacamos tickets, compramos compacts, usamos kleenex, comemos sandwichs, vamos al pub, quedamos groggies, hacemos rappel y, los domingos, cuando salimos al campo -que algunos, los más modernos, llaman country-, en lugar de acampar como hasta ahora, vivaqueamos o hacemos camping. Y todo ello, ya digo, con la mayor naturalidad y sin darnos apenas importancia.

     Obviamente, esos cambios de lenguaje han influido en nuestras costumbres y han cambiado nuestro aspecto, que ahora es mucho más moderno y elegante. Por ejemplo, los españoles ya no usamos calzoncillos, sino slips, lo que nos permite marcar paquete con más soltura que a nuestros padres; ya no nos ponemos ropa, sino marcas; ya no tomamos café, sino coffee, que es infinitamente mejor, sobre todo si va mojado, en lugar de con galletas, que es una vulgaridad, con cereales tostados. Y cuando nos afeitamos, nos ponemos after-shave, que aunque parezca lo mismo, deja más fresca la cara.

     En el plano colectivo ocurre exactamente lo mismo que pasa a nivel privado: todo ha evolucionado. En España, por ejemplo, hoy la gente ya no corre: hace jogging o footing (depende mucho del chándal y de la impedimenta que se añada); ya no anda, ahora hace senderismo; ya no estudia; hace masters; ya no aparca: deja el coche en el parking, que es muchísimo más práctico. Hasta los suicidas, cuando se tiran de un puente, ya no se tiran. Hacen puenting, que es más in, aunque si falla la cuerda, se matan igual que antes.
   
     Entre los profesionales, la cosa ya es exagerada. No es que seamos modernos; es que estamos ya a años luz de los mismísimos americanos. En la oficina, por ejemplo, el jefe ya no es el jefe; es el boss, y está siempre reunido en la public-relations y el asesor de imagen o va a hacer business a Holland junto a su secretaria. En su maletín de mano, al revés que los de antes, que lo llevaban repleto de papeles y de latas de fabada, llevan tan solo un teléfono y un fax-modem por si acaso. La secretaria tampoco le va a la zaga. Aunque seguramente es de Cuenca, ahora ya no lleva agenda ni confecciona listados. Ahora hace mailings y trainings -y press-books para la prensa-, y cuando acaba el trabajo va al gimnasio a hacer gim-jazz o a la academia de baile para bailar sevillanas. Allí se encuentra con todas las de la jet, que vienen a hacerse liftings, y con alguna top-model amante del body-fitness y del yogourt desnatado. Todas toman, por supuesto, cosas light, y ya no fuman tabaco, que ahora es una cosa out, y cuando acuden a un cocktail toman bitter y roast-beef, que aunque parezca lo mismo, es mucho más digestivo y engorda menos que la carne asada.
     
     En la televisión, entre tanto, ya nadie hace entrevistas ni presenta, como antes, un programa. Ahora hacen interviews y presentan magazines, que dan mucha más prestancia aunque aparezcan siempre los mismos y con los mismos collares. Si el presentador dice mucho O.K.  y se mueve todo el rato, al magazine se le llama show -que es distinto que espectáculo-, y si éste es un show heavy, es decir tiene carnaza, se le adjetiva de reality para quitarle la cosa cutre que tiene en castellano. Entre medias, por supuesto, ya no nos ponen anuncios, sino spots, que, aparte de ser mejores, nos permiten hacer zapping.
     
     En el deporte del basquet -que antes era baloncesto-, los clubs ya no se eliminan, sino que se juegan play-offs, que son más emocionantes, y a los patrocinadores se les llama sponsors, que para eso son los que pagan. El mercado ahora es el marketing; el autoservicio,  el self-service; el escalafón, el ranking; el solomillo, el steak (incluso aunque no sea tártaro); la gente guapa, la beautiful, y el representante, el manager. Y desde hace algún tiempo, los importantes también son vips; los auriculares, walk-man; los puestos de venta, stands; los ejecutivos, yuppies; las niñeras, baby-sitters, y los derechos de autor, royalties. Hasta los pobres ya no son pobres. Ahora los llamamos homeless, como en América, lo que indica hasta qué punto hemos evolucionado.

     Para ser ricos del todo y quitarnos el complejo de país tercermundista que tuvimos algún tiempo y que tanto nos avergonzaba, sólo nos queda ya decir siesta -la única palabra que el español ha exportado al mundo, lo que dice mucho en favor nuestro- con acento americano.
    

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Nuestro teatro - Viento triste (2013)